Las tareas hacia el comunismo
Aclaración preliminar
Pretendemos que el documento
que presentamos a continuación sea una aportación a la lucha de dos
líneas a nivel estatal, para la reconstitución del Partido Comunista, y
ésa es la finalidad de la exposición de nuestra línea en confrontación
con la de RC. Las referencias a Reconstrucción Comunista Valencia
son solamente un pretexto para ubicar nuestra procedencia geográfica.
No obstante, la mayoría de los documentos y actuaciones de RC a las que
hacemos referencia son de la autoría de otras secciones locales de esa
organización; la crítica a RC es una crítica a toda la organización.
Por
nuestra parte, agradeceremos toda crítica marxista-leninista que se
presente a nuestro destacamento de vanguardia. Sólo pedimos que toda
crítica que se nos haga la envíen al correo electrónico celularoja@confidesk.com.
Para la presente edición, hemos decidido cambiar solamente la denominación Célula Roja, sustituyéndola por la de Cèl·lula Roja como única denominación oficial.
Cèl·lula Roja
Abril de 2014
El
texto que exponemos a continuación es una aproximación a la síntesis
del desarrollo de la lucha de dos líneas que ha dado lugar a nuestro
destacamento de vanguardia, al que llamamos Cèl·lula Roja, especialmente desde la aprobación de la ponencia Autocrítica y crítica sobre los estatutos (abril de 2013).
También
queremos aclarar el contenido de nuestra crítica a Reconstrucción
Comunista (RC), que no podemos hacer integral, pero sí que sirva para
clarificar ideológicamente la posición de Cèl·lula Roja en relación con
RC, probablemente la organización más avanzada que se ha impulsado desde
hace tiempo en nuestra ciudad, Valencia.
Confiamos,
en definitiva, en que este documento sirva como contribución a la lucha
de dos líneas en el seno de la vanguardia hacia la reconstitución del
partido proletario de nuevo tipo. [1]
1. Construyamos el próximo ciclo revolucionario
Lenin expuso de forma sencilla el desarrollo dialéctico de la historia en el opúsculo Carlos Marx (1914):
«Es un desarrollo que parece repetir las etapas ya recorridas, pero de otro modo, en un terreno superior (la “negación
de la negación”); un desarrollo que no discurre en línea recta, sino en
espiral, por decirlo así; un desarrollo a saltos, a través de
catástrofes y de revoluciones, que son otras tantas “interrupciones en
el proceso gradual”, otras tantas transformaciones de la cantidad en
calidad». [2]
Cada
una de las etapas que el desarrollo aparentemente repite es un ciclo,
una vuelta de la espiral, y eso también se aplica a la Revolució
Proletaria Mundial como materia, y al marxismo-leninismo como su
ideología universal.
La
historia de la lucha revolucionaria del proletariado no se desarrolla
linealmente, sino que tiene momentos de flujo y de reflujo. De hecho,
durante el mismo ciclo revolucionario que se inició con la Revolución
Bolchevique, el Ciclo de Octubre, los hubo (por ejemplo, el reflujo a
partir de 1956 con la toma del poder por la burguesía en la URSS, donde
restauró el capitalismo, o el flujo de 1968 marcado por la Revolución
Cultural Proletaria en China). El cierre del Ciclo de Octubre alrededor
del año 1990, sin embargo, no se puede describir como el inicio de un
simple reflujo o retroceso dentro de un proceso continuo. Se trata de la
liquidación de prácticamente toda la lucha revolucionaria (excepto un
par de frentes abiertos por el maoísmo, en India y en Filipinas) y de
todo aquello que había creado el movimiento comunista internacional [3]
durante el Ciclo de Octubre: de la esclerosis ideológica, la
descomposición y la asimilación o la destrucción de todos los partidos
comunistas y de los estados que anteriormente habían sido de dictadura
del proletariado o democraticopopulares (y que ya no lo eran desde la
subida al poder del revisionismo), lo que supuso para la inmensa mayoría
de la vanguardia y de las amplias masas
el fracaso del comunismo como alternativa al sistema socioeconómico
capitalista, de tal forma que la influencia del comunismo sobre ellas ha
menguado hasta ser insignificante. Esto supuso el final de toda la
oleada revolucionaria de Octubre: por mucho que nos pese, en la etapa
actual de la lucha de clases la revolución no es ya un referente de masas, así que la vanguardia marxista-leninista tiene la responsabilidad de restituir ese referente de masas,
esa condición subjetiva que es el partido proletario de nuevo tipo,
para iniciar un nuevo ciclo revolucionario en el que la contradicción
entre trabajo y capital ejerza en la transformación de la situación
concreta actual su papel principal, y marchemos hacia el comunismo
destruyendo el orden social burgués.
Asimismo,
es imprescindible comprender el porqué del final del Ciclo de Octubre,
ya que éste ha sido producto no principalmente de la conspiración y de
la infiltración de camarillas revisionistas en los partidos comunistas
–tal y como los oportunistas sugieren en la actualidad, tanto los
trotskistas como los «anti-revisionistas»–, ni de la permanencia de
elementos burgueses que todavía no habían sido destruidos en el
socialismo, ni tampoco de la envestida económica y militar del
imperialismo, sino de la lucha de clases en el seno de la sociedad, con
el factor decisivo de su expresión en el seno de la ideología
marxista-leninista. Debemos aplicar el materialismo histórico al propio
marxismo-leninismo; de acuerdo con la fórmula dialéctica «uno se divide
en dos», el marxismo-leninismo no es una doctrina estanca, sino una
cosmovisión dinámica, en desarrollo constante (en relación con la
realidad), que contiene dos aspectos opuestos: el marxismo-leninismo
revolucionario (la línea revolucionaria, que es la que se mantiene
coherente con los principios universales del marxismo-leninismo) y el
revisionismo (la línea reaccionaria, que es la visión unilateral,
superficial, etc. del marxismo-leninismo), como expresión de las
contradicciones de clases en la sociedad, dado que sólo las dos clases
principales y universalmente antagónicas en el capitalismo son capaces
de generar una cosmovisión propia independiente. El marxismo-leninismo
sólo puede avanzar y desarrollarse como ideología revolucionaria si la
línea revolucionaria (tesis) intensifica la lucha de dos líneas
con la línea revisionista (antítesis) resolviendo todas las cuestiones
en litigio hasta llegar al máximo grado de antagonismo, a aquello que se
conoce como identidad de contrarios (síntesis), en la que la
contradicción se supera, negando la línea revisionista e incluyéndola de un modo nuevo
(negación de la negación) para iniciar en la ideología una nueva etapa
–aprendiedo de la anterior– en la que prosigue la lucha sobre una base
superior, teniendo que resolver problemas nuevos, de modo que el
marxismo-leninismo no se anquilosa, sino que puede continuar sirviendo
como medio para la revolución proletaria; el desenlace de cada etapa,
por supuesto, puede ser también el desarrollo y el avance del
revisionismo (sobre todo si la lucha se relaja o se frena), a partir de
cuyo predominio se derivan desviaciones burguesas que deben ser
superadas y depuradas –además de recuperar la hegemonía de la línea
revolucionaria en el seno del marxismo-leninismo, la cual es
pre-condición necesaria, y consecuencia, para la superación de las
desviaciones– para posibilitar el avance del Partido Comunista o del
proceso planificado para su reconstitución, hacia el comunismo.
La
lucha de dos líneas es, como hemos expuesto, la expresión de la lucha
de clases en el seno de la ideología marxista-leninista, y es el motor
de su desarrollo, un motor que genera el movimiento de las
contradicciones internas, el cual requiere la mediación constante de la
práctica social de la vanguardia sobre las masas (la línea de masas
orientada por el plan político) para funcionar, como dos aspectos de un
mismo proceso, aparte de que el contenido de la ideología no es
escolástico, sino que es la síntesis de la experiencia histórica de la
lucha de clases, en relación con la negación de la negación de la
ciencia, de la filosofía, de la cultura y de otras expresiones del saber
histórico universal, para garantizar que el marxismo-leninismo no devenga un recetario estanco de tesis políticas separadas de sus realidades concretas, sino que constituya
una cosmovisión totalizadora e independiente que sirva para la
autoemancipación del proletariado –y, por lo tanto, para la emancipación
de toda la humanidad–; como la ideología debe estar contenida en la
dirección política tanto del Partido Comunista como de la vanguardia que
planifica su reconstitución, esta cuestión es de cabal importancia, y
más aún durante el periodo de reconstitución del Partido Comunista, que
es la etapa de la revolución proletaria en la que el aspecto teórico es
el principal, por la necesidad de la reconstitución del
marxismo-leninismo como ideología de vanguardia para situarlo en la
dirección política, de acuerdo con el aserto de Lenin «Sin teoría
revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario.» [4],
para avanzar hacia el estadio superior de la praxis revolucionaria –que
ejerce el sujeto revolucionario reconstituido. La existencia de la
unidad contradictoria de las dos líneas es inevitable mientras existan
las dos clases antagónicas (independiente de la volundad particular [5],
por lo que la existencia de una sola línea pura que no se divide en dos
no es más que un sueño) y se manifiesta no sólo en cualquier colectivo
real, sino también en el modo concreto como un individuo asimila la
ideología proletaria que se desarrolla en el conjunto del colectivo:
ningún individuo puede tener una sola línea pura, puesto que vive
inmerso en la sociedad de clases en lucha, una lucha que también se
expresa en el colectivo y en cada uno de sus militantes con la
existencia de ideas contradictorias y, por lo tanto, de lucha de dos
líneas. El problema es la tendencia dominante del desarrollo de esa
lucha de dos líneas. Cualquier debate político entre comunistas es una
expresión concreta de la lucha de dos líneas –ya sea sobre cuestiones
estratégicas, tácticas…–, porque toda problemática política relacionada
con el movimiento revolucionario y con su reconstitución remite al
problema de la ideología, y dado que todo militante comunista tiene una
tendencia ideológica a la unilateralidad, a la superficialidad, al
subjetivismo, al objetivismo, etc., que son concreciones complementarias
y coadyuvantes de la línea revisionista; como nos enseñó Lenin, «de
su esencia misma se desprende con toda certidumbre que esta política
[la política del revisionismo –Nota de Cèl·lula Roja.] puede adoptar
formas infinitamente diversas y que cada problema un tanto “nuevo”, cada
viraje un tanto inesperado e imprevisto de los acontecimientos –aunque
este viraje sólo altere la línea fundamental del desarrollo en
proporciones mínimas y por el plazo más corto–, dará lugar siempre,
ineluctablemente, a tal o cual variedad de revisionismo.»[6].
Tampoco la unanimidad formal de todos los militantes de una
organización comunista (o Partido Comunista) en torno a una sola línea
política implica la inexistencia de la unidad contradictoria de las dos
líneas en el seno del marxismo-leninismo: al contrario, la línea
política unánime no puede sino contener expresiones políticas de ambas
líneas, ya sea abierta o encubiertamente, así que esos militantes
deberán esforzarse en identificar la línea revisionista para combatirla.
Por lo tanto, no se trata de crear y promover fracciones en el seno del
movimiento político para que luchen entre sí, o de permitir la
coexistencia del marxismo-leninismo con las desviaciones, sino de
esforzarnos en todo momento en el ejercicio por todos (desde los
dirigentes hasta las bases) de la crítica y la autocrítica científicas,
en identificar todas las contradicciones y en intensificar la lucha por
superarlas con profundidad –dado que la lucha es el aspecto universal y
principal de toda unidad contradictoria–, y no parcialmente, pretensión
que sólo sería coherente si no comprendiéramos que no se trata de
simples deficiencias, ni de simples errores y desviaciones que depurar.
El revisionismo no es un agente externo que, disfrazándose de
revolucionario, embauca a los verdaderos marxista-leninistas hasta
convertirlos en agentes ajenos al marxismo-leninismo ni se limita a
combatir con ellos hasta derrotarlos políticamente y militarmente. Sólo
manteniendo la vigilancia principalmente respecto al aspecto negativo
del marxismo-leninismo y la hegemonía de la línea revolucionaria,
podremos impedir que el revisionismo avance y que, como consecuencia,
surjan desviaciones burguesas, sobre las que podamos hacer una
vigilancia efectiva –gracias a la vigilancia principal, que es, como
hemos dicho, sobre la contradicción interna de la ideología comunista.
Así pues, la posición mayoritaria en un debate no tiene que conformarse
en ganarlo sabiendo que la minoría deberá aceptar la decisión hegemónica
para actuar en unidad: tanto la mayoría como la minoría deben
intensificar y continuar la lucha –en torno a la síntesis de la
experiencia histórica– hacia la identidad de contrarios antes de tomar
una decisión, en la que, una vez tomada, la minoría, definitivamente,
deberá supeditarse a la mayoría; si la línea revolucionaria no supera a
la revisionista porque la minoría es ignorada o purgada, se hace una
negación mecánica y el marxismo-leninismo no se desarrolla hacia un
estadio superior para avanzar. Como vemos, la concepción dialéctica de
la lucha de dos líneas no permite la convivencia de clases en el Partido
y en la sociedad, sino que precisamente promueve su lucha; lo que
permite la convivencia de clases es, paradójicamente para los
«monolíticos», la concepción del marxismo-leninismo como un ente sin
contradicciones en su seno que combate contra ideologías ajenas que no
tienen ninguna influencia sobre el ámbito interno del
marxismo-leninismo, como si éste se pudiera aislar de la sociedad y de
las ideologías con las que combate, en vez de comprender que las
contradicciones externas actúan a través de las internas y que, por lo
tanto, deben llevar el antagonismo de estas contradicciones internas
hasta a su extremo, que es la identidad de contrarios (la síntesis),
para superarlas. La creencia de que el enemigo es únicamente externo (o interno
bajo las órdenes de un enemigo externo, o externo infiltrado) o la
reducción del problema a las desviaciones consiguientes, responden a la
fórmula metafísica «dos se combinan en uno», la cual predomina en el
movimiento comunista actual (incluso en el maoísta), centra la
vigilancia en las contradicciones secundarias y obvia la contradicción
principal, que en última instancia es la que conduce al movimiento
comunista a devenir reaccionario –y al cobijo de desviaciones más y más
difícil de detectar–, pues la ideología se sitúa en la dirección de la
política. Así ocurrió en todas las experiencias de restauración del
capitalismo en el socialismo –he aquí la necesidad del balance crítico
del Ciclo de Octubre–, si bien la nueva burguesía burocrática hubo de
recurrir a acciones militares para consolidar y defender su poder. Si lo
explicamos centrándonos en el aspecto ideológico en relación con el
resto de la realidad material, el movimiento comunista restauró el
capitalismo porque no hizo la lucha ideológica con suficiente
profundidad (relajó la lucha de dos líneas, como decíamos más arriba)
para superar la base ideológica preponderantemente revisionista de la
Segunda Internacional, superación que era imprescindible para poder
resolver los nuevos problemas que requería la construcción del comunismo
(el surgimiento de la burguesía burocrática, etc.), sin tener ninguna
experiencia anterior en esta obra de la que aprender, y las dificultades
de un país todavía muy atrasado económicamente y azotado por la
destrucción material de la Primera Guerra Mundial y de la Guerra Civil,
de modo que se agotaban las bases ideológicas de la dominación del
aspecto revolucionario sobre el reaccionario (la cual había construido
en las anteriores etapas de la lucha de dos líneas) y, como resultado,
el marxismo-leninismo se veía obligado a volver cada vez más a las
fórmulas viejas, las correspondientes a la fase pre-monopolista del
capitalismo –las cuales defendía el revisionismo–, haciéndose compatible
con la existencia de desviaciones y con las carencias del combate por
erradicar las condiciones que permitían la existencia y la escalada de
la burguesía burocrática. No bastaba con purgarlo, por muy profundas
que fueran las depuraciones, ya que incluso algunos jefes del
proletariado revolucionario que habían sido consecuentemente
revolucionarios en el pasado, devinieron reaccionarios en el curso de la
lucha de dos líneas. Si, en cambio, el aspecto revolucionario se
mantiene en la posición principal en el seno de la ideología comunista
–como resultado de la lucha de dos líneas–, ésta (mediante instrumentos
políticos) podrá luchar como unidad contradictoria revolucionaria contra
la ideología burguesa (incluidas las desviaciones, a las que podrá purgar)
y servirá como medio para la lucha de clases hacia el comunismo, que no
es sólo o principalmente ideológica, aunque debe ser consciente, sino
una lucha por la transformación total de la sociedad. [7]
La
derrota de la revolución proletaria en el Ciclo de Octubre es total y
profunda, ideológica, porque la formulación del marxismo-leninismo
actualmente existente no es capaz de resolver las problemáticas
teórico-prácticas que la lucha de clases plantea al proletariado
(condición indispensable para ser efectivamente ideología de vanguardia)
para retomar su misión emancipatoria; la etapa en la que nos
encontramos ahora presenta problemas ideológicos nuevos de carácter
principal, inéditos en la historia de la lucha de clases, pero sólo
podemos aprender cómo resolverlos a partir del estudio científico de
toda la experiencia histórica de la lucha revolucionaria del
proletariado en el Ciclo de Octubre para poder resolver esos problemas.
Al mismo tiempo, la superación
por el marxismo-leninismo de las premisas de sus formulaciones en el
Ciclo de Octubre que no eran coherentes con sus principios universales
(las cuales tenían características comunes), mediante la lucha de dos
líneas, nos debe permitir abrir una nueva etapa (cualitativamente
superior) en nuestra propia ideología con el fin de superar
materialmente la actual etapa entre ciclos revolucionarios abriendo uno
nuevo (con una posición de conciencia superior) con la garantía de que
el proletariado llegará a una posición más elevada que en el anterior
ciclo, ya que la ideología se sitúa en la dirección del movimiento y es,
por lo tanto, el punto de partida para reconstituir el sujeto
revolucionario asegurando su independencia política, mediante la lucha
de dos líneas. Si no comprendemos la necesidad del balance del Ciclo de
Octubre mediante la lucha de dos líneas, permitiremos que la formulación
histórica concreta del marxismo-leninismo (con predominio revisionista,
nacido de las propias limitaciones de la línea proletaria) que nos ha
legado el ya cerrado ciclo revolucionario sea la que dirija el intento
de reconstruir
el movimiento comunista sin hacerlo sobre unas bases ideológicas
superiores a las que nos llevaron a la derrota total (porque predominaba
el revisionismo), las cuales eran hasta cierto punto necesarias en el
Ciclo de Octubre, pero que ahora debemos superar históricamente para
poder impulsar un nuevo ciclo revolucionario; eso no quiere decir que
debamos superar el marxismo-leninismo ni que pretendamos «volver al Marx
original» (al marxismo primigenio, tal y como se desarrolló en la fase
pre-monopolista del capitalismo), ya que aún nos encontramos en la
última fase del capitalismo, que es el imperialismo, sino que el
desarrollo de la lucha de clases como base material determina que
debemos estudiar la formulación concreta del marxismo-leninismo en el
Ciclo de Octubre desde los principios del marxismo-leninismo, que
continúan vigentes, para recuperar su posición de ideología de
vanguardia (reconstitución ideológica del comunismo).
Es indispensable que los comunistas estudiemos las limitaciones
históricas de partida (inevitables en cierta medida por la falta de
condiciones para superar la formulación del marxismo en el capitalismo
concurrencial, en la época del ascenso del capitalismo, de la revolución
burguesa y de la formación del proletariado como clase en sí)
de las diversas formulaciones del marxismo-leninismo y de la práctica
histórica que se hicieron en el Ciclo de Octubre con la referencia del
bolchevismo para comprender cómo nos llevaron a la derrota, y no reducir
el balance del Ciclo de Octubre a un catálogo de errores como si se
pudiera separar la formulación de la ideología del proletariado del
desarrollo histórico de la lucha de clases. Como decíamos más arriba,
debemos aplicar el materialismo histórico a los propios revolucionarios,
en vez de hacer énfasis en su gloriosa biografía o justificar
ciegamente todo aquello que dijeron e hicieron. Debemos hacer un balance
integral del Ciclo de Octubre, es decir, un balance que integre todos
los balances anteriores (los balances de Lenin, Stalin, Mao, etc.), un
balance de la revolución en China –incluyendo la revolución cultural en
el socialismo– y otro de la Albania socialista que expliquen nuestra
propia derrota, etc., que tome en consideración las soluciones y los
planteamientos de los que supieron mantener la perspectiva del
comunismo, y que nos sirva para comprender el colapso de todo el
movimiento comunista internacional, incluyendo el maoísmo, que mientras
que ha protagonizado las únicas experiencias revolucionarias después del
fin del Ciclo de Octubre, algunas de éstas ya se han colapsado y han
perdido el horizonte del relanzamiento (ver los casos de Nepal y del
Perú, con sus complejidades respectivas), puesto que el maoísmo comparte
parte de las premisas ideológicas que fueron hegemónicas en el Ciclo de
Octubre, las cuales lo llevaron a la derrota. Tengamos claro que el
mejor homenaje que podemos hacer a los revolucionarios del Ciclo de
Octubre es ser críticos con su concreción del marxismo-leninismo tal y
como lo fueron ellos respecto a las formulaciones concretas que ellos
recibieron, para volver a iniciar la revolución proletaria, esta vez
sobre una base superior. Tenemos que combatir, pues, contra toda condena
de la crítica y la autocrítica marxista-leninistas, ya que aceptar
tales condenas convierte al marxismo-leninismo en un dogma muerto, y no
en una guía viva para la revolución proletaria.
Uno
de los problemas que la vanguardia debe resolver en el balance del
Ciclo de Octubre es el porqué del logro de la hegemonía del revisionismo
en el movimiento comunista, tanto en los estados de dictadura del
proletariado como en el ámbito mundial, y de la restauración
consiguiente del capitalismo. Sobre la experiencia soviética, celebramos
que Juan Mesana García (RC) declare:
«Algunos
análisis de organizaciones comunistas fijan el principio del fin de la
URSS en los breves gobiernos de Andropov y Chernenko, y, a la muerte de
ambos, la subida al poder por un solo voto de Mijaíl Gorbachov. Analizan
estos hechos como si la caída de la URSS fuera un producto de la mala
suerte, como si de repente el 11 de Marzo de 1985 los traidores a la
revolución hubieran llegado de golpe a la jefatura del partido, por un
golpe de mala suerte, por la muerte prematura de sus dos antecesores.
Nosotros
lo analizamos de forma dialéctica. La caída de la URSS y la derrota del
socialismo no fue una cuestión acaecida de la noche a la mañana, ni
siquiera de unos pocos años. Hay que retrotraerse al propio inicio de la
revolución, a los errores que se cometieron desde un principio, y a la
lucha de clases que se desarrolló dentro del propio Partido, que se
agudizó tras la segunda guerra mundial y la muerte del camarada Stalin.»
[8]
No
obstante, Mesana sólo destaca la oposición (y el destrozo material
consiguiente) de capas de la burguesía que habían sido suprimidas en
momentos anteriores (la gran burguesía y los terratenientes en el
Comunismo de Guerra, y los kulaks
en la lucha por la colectivización agraria) y el efecto de factores
externos secundarios (como la gran destrucción material de la Segunda
Guerra Mundial en la URSS) como determinantes de la subida al poder del
revisionismo, la cual no conseguiría hasta el XX Congreso del PCUS: como
motor
de este proceso en el marco de la burocratización del PCUS (como si la
burocratización no fuera un síntoma de un problema más profundo). Y
sobre la aceptación por la mayoría del movimiento comunista
internacional de este XX Congreso, se refiere a la cobardía de sus
dirigentes, como si ésta no respondiera a una posición de clase
reaccionaria. En otro artículo [9],
Mesana lo analiza como un problema que incluso se podría haber evitado
si el llamado «grupo de los anti-Partido» no hubiera cometido errores
tácticos, como si no hubiese un problema más profundo que no se podía
solucionar a base de purgas –si bien es cierto que éstas eran
necesarias–, las cuales, de todas formas, se habían continuado haciendo.
Ninguno
de estos artículos señala la cuestión cabal del surgimiento y del
ascenso, sobre la continuación de la división social del trabajo, de la
nueva burguesía burocrática en el seno de los aparatos del Partido y del
Estado de dictadura del proletariado, en un proceso que se produjo en
todos los estados socialistas. [10]
Es ésta la clase social que representaba la camarilla de N. Jrushchov,
que consolidó su poder por medio de maniobras militares. Desde Cèl·lula
Roja, entendemos que ésta es la base material sobre la que surgió y se
desarrolló, en el socialismo, la línea revisionista a partir de las
limitaciones de la línea revolucionaria y en lucha con ésta (y sobre la
base material de la burguesía burocrática) y para explicar en última
instancia la restauración del capitalismo en la URSS y en todas las
experiencias del socialismo, así como para planificar las tareas
necesarias para combatirla en el próximo ciclo revolucionario, y
continuar revolucionarizando la revolución para extinguir el derecho
burgués y la división social del trabajo, hacia el comunismo, así que
emplazamos a RC a ser crítica sobre esta cuestión, que no trataremos en
este documento. Por supuesto, ello supondría que RC debería ser crítica
no sólo con la Revolución Cultural Proletaria de China, sino también con
el PCUS en la época de Stalin, ya que éste nunca tuvo en cuenta la
existencia de la burguesía burocrática, limitándose a explicar las
contradicciones en la sociedad a partir de la persistencia de ideas
viejas, correspondientes a bases materiales ya extinguidas, porque los
grupos sociales antiguos estarían haciendo una resistencia más viva.
También hay que tener en cuenta que, en la URSS y en todas las
experiencias del socialismo, permanecen no sólo la división social del
trabajo y el derecho burgués, sino también una abundante pequeña
burguesía rural, que en la URSS se encontraba en los koljoses
(ejemplos de apropiación privada colectiva) y, por lo tanto, también la
producción mercantil, si bien Stalin consideraba que los campesinos no
eran una clase antagónica a la clase obrera soviética, sino una «clase
amiga», posteriormente a la colectivización agraria. [11]
2. Asumamos la tarea de reconstituir el Partido Comunista: la necesidad del plan político
Como
hemos dicho más arriba, la presente etapa de la lucha de clases –que se
inició en el final del Ciclo de Octubre– se caracteriza, en primer
lugar, por que el proletariado no revoluciona la sociedad hacia el
comunismo pese al estado de maduración de la crisis general del
capitalismo que es su fase imperialista, en la que existen globalmente
las condiciones históricas objetivas necesarias para la revolución
proletaria, pero esas condiciones generan también la contratendencia a
la reestructuración del capital. La derrota del Ciclo de Octubre
demuestra la robustez y la capacidad de reestructuración y de
asimilación del capitalismo en su fase superior. Así pues, la
reestructuración actual es necesaria por la agudización de las
contradicciones internas del sistema imperialista, pero es posible
gracias a la ausencia de movimiento revolucionario. Como decimos, en la
actualidad el movimiento obrero espontáneo, que está dominado absolutamente por la ideología burguesa –ya que la ideología proletaria no tiene nada de influencia [12]– y no tiene la revolución como referente,
se mantiene desmovilizado o genera luchas que muestran su escisión en
dos alas en el imperialismo: o protestas, ataques y revueltas alejadas
de las ilusiones burguesas de conseguir derechos sociales mediante los mecanismos del capital (protagonizadas por las masas
hondas y profundas del proletariado), o bien luchas de resistencia
(protagonizadas por la aristocracia obrera o la pequeña burguesía) que
no intentan otra cosa que mejorar
parcialmente su existencia en el imperialismo (contra sus efectos, y no
contra sus causas). Por lo tanto, en ambos casos sus luchas reproducen
su condición de clase subalterna (de clase en sí,
económica, que no puede ser antagónica a la burguesía) en las
relaciones sociales capitalistas, en vez de subvertirlas, y dichas
luchas siempre pueden ser utilizadas por una u otra facción de la
burguesía como soporte político para fortalecer su posición en las
contradicciones interburguesas, las cuales son las principales
actualmente en el Estado español. En las luchas espontáneas, el
proletariado adquiere conciencia de clase en sí,
la que lo obliga a situarse en el marco político burgués, sin poder
reconstituirse com a clase revolucionaria independiente (antagónica a la
burguesía), ya que no hay línea de continuidad entre la conciencia de clase en sí
y la conciencia de clase revolucionaria (lo cual es una lección que
forma parte de la síntesis de la experiencia histórica del Ciclo de
Octubre); este hecho determina que el proletariado no sea revolucionario
en ausencia del Partido Comunista, puesto que su obra de
autoemancipación no lo lleva a construir una nueva sociedad de clases
–que es adonde han conducido hasta ahora cada una de las crisis
generales de las sociedades de clases–, sino a romper con la historia
anterior de las sociedades de clases, y extinguir las clases sociales
para crear una nueva sociedad, así que la revolución proletaria sólo
puede ser un acto consciente
de su misión histórica para poder vincular sus medios de lucha en cada
momento con su fin. La victoria del comunismo depende, pues, de la lucha
de clases en toda su complejidad, como totalidad social
de actuación revolucionaria, y el marxismo(-leninismo), como ideología
independiente, es, en definitiva, el medio que permite que el
proletariado devenga independiente políticamente, la cual es tanto la
condición previa como la consecuencia de su reconstitución como
movimiento revolucionario hacia el comunismo. En cambio, la confianza en
el desarrollo económico espontáneo del sistema capitalista –la cual fue
hegemónica durante el primer ciclo revolucionario– para impulsar la
lucha de clases, conduce a la clase obrera a la asimilación por el
imperialismo.
A
pesar de que es el mismo proletariado revolucionario quien ha de
emanciparse, ya hemos dicho que en su movimiento espontáneo de
resistencia no puede adquirir conciencia revolucionaria. Corresponde a su vanguardia
la responsabilidad de realizar las tareas que doten a sí misma y al
resto del proletariado de conciencia revolucionaria, y sólo puede
desarrollar la ideología comunista desde fuera del movimiento espontáneo
de resistencia. Tal y como nos muestra la experiencia histórica en el
capitalismo monopolista, la revolución proletaria no llegará en forma de
regalo divino por habernos limitado a acumular fuerzas de masas pacientemente. Éste es el problema: no existe la vanguardia marxista-leninista [13] (aspecto subjetivo) que posea vínculos conlas grandes masasde la clase obrera [14] (aspecto objetivo), los cuales le deberían permetir revolucionar las amplias masas
desde la conciencia para elevarlas a la posición de vanguardia
revolucionaria; dicho de otra forma, no existe el Partido Comunista en
el Estado español. Como vemos, el factor subjetivo no está separado del
factor objetivo, sino que el primero transforma conscientemente y
planificadamente (políticamente) al segundo para transformarse a sí
mismo y reconstituir así el sujeto revolucionario. Por lo tanto, la
vanguardia marxista-leninista debe construir los vínculos ideológicos
con las masas –mediante mediaciones políticas sucesivas en que se
concreta la línea de masas– para construir sobre ellas firmes vínculos organizativos, teniendo en cuenta que «La
estructura de cualquier organismo está determinada, de modo natural e
inevitable, por el contenido de la actividad de dicho organismo.» [15]. No obstante, la mayoría del movimiento comunista no aprehende la tesis leninista de «la conciencia desde fuera»
(que es fundamental para la reconstitución del sujeto revolucionario), y
continúa empantanado en la pretensión idealista, intelectualista, de
pegar a la vanguardia marxista-leninista con las amplias masas sin construir estos vínculos, de
conquistar a las masas directamente desde la ideología sin ninguna
mediación que cree las condiciones políticas que hagan posible la
revolucionarización de cada vez más círculos de masas apoyándose la
vanguardia marxista-leninista sobre los que ya han sido revolucionados,
que empiece por superar, mediante la lucha de dos líneas, la
contradicción con las masas que, por el estado actual de desarrollo de
la ideología marxista-leninista y de la vanguardia que la porta, pueden
más fácilmente aprehender la ideología revolucionaria en el momento
actual: la llamada vanguardia teórica,
que, por efecto de la división social del trabajo que debemos superar
en el comunismo, tiene unas problemáticas con implicaciones teóricas más
profundas que la vanguardia práctica, lo cual no quiere decir que la vanguardia teórica
carezca de práctica o que haya que conquistarla sólo con la teoría,
sino que su aspecto principal en relación con el plan político de
reconstitución es el teórico, mientras que el aspecto práctico es el
principal en el contenido de la vanguardia práctica en relación con el plan. Más abajo expondremos la serie de contradicciones principales sucesivas que la vanguardia marxista-leninista debe superar. La mayoría de los comunistas, como decimos,
asumen sin crítica la posición materialista mecanicista que dominó en
el Ciclo de Octubre: creen que el hundimiento espontáneo del capitalismo
es inevitable, así que su actividad práctica consiste en la acumulación
de fuerzas de masas en torno al sindicalismo y otras luchas espontáneas de resistencia (sin distinguir calidades entre las masas) o en excitar a las masas
mediante el terrorismo individual, todo ello intentando que descarrilen
de la vía de reproducción del orden social capitalista, lo cual no
pueden hacer precisamente porque falta el Partido Comunista, el cual
debemos reconstituir. Es decir, carecemos de las condiciones subjetivas
para hacerlo posible; debemos reconstituir el Partit Comunista como
movimiento revolucionario, como sujeto colectivo revolucionario que
revoluciona las luchas espontáneas desde la conciencia, transformándolas
en lucha por la dictadura del proletariado hacia el comunismo. El
Partido Comunista, pues, no aglutina mecánicamente luchas espontáneas de
resistencia en un «Frente de Masas» dirigido por él mismo con la
pretensión de coordinarlas o supeditarlas a la lucha por el socialismo,
dado que la lucha de clases ha llegado a un alto grado de desarrollo
histórico, con la maduración del proletariado y la capacidad del
imperialismo de asimilar las luchas espontáneas de resistencia y,
además, la revolucionarización del contenido de las masas transforma
también su forma de organizarse: las grandes masas, con la mediación del
Partido Comunista, se organizan en los órganos de nuevo poder. El
partido de nuevo tipo es el instrumento político que requiere nuestra
clase para superar la contradicción entre esas luchas y la ideología
marxista-leninista, reconstituyendo el movimiento de autoemancipación
revolucionaria del proletariado, que conduce a la emancipación de toda
la humanidad en el comunismo: al extinguir las clases, supera también la
contradicción social de género, la opresión nacional, etc.
Volvamos
a la cuestión que nos ocupa. La tesis leninista de «la conciencia desde
fuera» consiste en que, si bien la vanguardia no puede perder de vista
al movimiento espontáneo de resistencia para aprender en el proceso de
desarrollo de la ideología comunista (la línea de masas va
principalmente de la vanguardia a las masas, pero al mismo tiempo de las
masas a la vanguardia), no responde a las necesidades inmediatas del
movimiento espontáneo de resistencia, –que son las de las masas en tanto
que espontáneas, preocupadas por sus propias condiciones de
existencia–, sino a la síntesis de toda la experiencia histórica de la
lucha de clases, en relación con la negación de la negación de la
ciencia, de la filosofía, de la cultura y de otras formas del saber
histórico universal –que son los que se relacionan con los problemas
nuevos que requiere el proletariado para reconstituirse como sujeto
revolucionario. En el siglo XIX, en la época del capitalismo pre-monopolista y de la formación del proletariado como clase en sí,
fue principalmente un sector desclasado de la intelectualidad
revolucionaria de origen socioeconómico burgués o pequeño-burgués el que
hizo esa síntesis teórica, pero en el estado actual de la lucha de
clases debe ser principalmente un sector escindido de la vanguardia del
proletariado quien inicie la reconstitución del Partido Comunista desde
fuera del movimiento espontáneo de resistencia, empezando con la tarea
principal de restituir la posición de ideología de vanguardia para el
marxismo-leninismo, la reconstitución de la ideología proletaria, la
cual permite a la vanguardia marxista-leninista avanzar en la
reconstitució política, y se correlaciona con el plan de educación de
cuadros comunistas en la lucha de dos líneas, que dote a cada uno de
ellos de una concreción de esa cosmovisión totalizadora y que, por lo
tanto, adquieran la perspectiva suficientemente elevada para no perder
nunca la orientación estratégica hacia el fin de la autoemancipación
revolucionaria del proletariado.
En
conexión con esta tarea de reconstitución ideológica (para asegurar la
vinculación de la táctica en cada momento con el fi del comunismo), cada
uno de los diversos destacamentos de vanguardia
debe trazar un plan político que ordene todo el proceso de
reconstitución del Partido Comunista de modo que el desempeño de las
tareas más sencillas, más a nuestro alcance, nos dote de la capacidad de
acometer las tareas siguientes, más dificultosas; un plan de acción
política que sea coherente con la síntesis teórica que les va
proporcionando el balance del Ciclo de Octubre –que tiene que estar
incluido como tarea ideológica en el plan político en relación con las
tareas políticas, además de necesitar un plan para la educación de los
cuadros comunistas–, para revolucionar la contradicción con cada
conjunto de círculos de masas desde la conciencia revolucionaria
mediante la línea de masas, el contenido de la cual varía en cada fase
de la reconstitución. El objetivo del plan para la reconstitución es la
superación sucesiva de las contradicciones que median entre la
vanguardia marxista-leninista y las amplias masas, las cuales son el
sistema de contradicciones que superar para reconstituir el partido de
nuevo tipo. La línea de masas planificada tiene que vincular a la
vanguardia marxista-leninista (como aspecto principal) con el conjunto
de círculos de masas (definidos cualitativamente por el nivel de
desarrollo de la vanguardia marxista-leninista y por el grado de
proximidad a la ideología comunista en concretización creciente) que
corresponda a cada fase del proceso de reconstitución del Partido
Comunista, con tareas específicas para cada fase que creen las
condiciones para emprender las tareas de las fases subsiguientes, ya que
las masas no
se definen mecánicamente como una masa homogénea que funciona como
receptáculo donde la vanguardia puede guardar la conciencia para
dirigirlas. Las
masas tienen diferentes niveles cualitativos en relación con su
proximidad al socialismo científico, así que la vanguardia
revolucionaria tiene que planificar la línea de masas de tal modo que
ésta priorice un nivel cualitativo específico en cada momento,
dependiendo del estado de desarrollo de la ideología marxista-leninista y
de su movimiento político.
Por lo tanto, este plan de acción política debe anticipar cuáles serán
las contradicciones principales sucesivas que tendremos que superar, y
planificar como consecuencia una serie de fases de desarrollo en la que
la realización de un conjunto de tareas en la práctica social (para
superar la contradicción con un conjunto de círculos de masas) nos da
fuerzas e impulsa una concretización del contenido ideológico suficiente
para permitirnos afrontar las tareas que contiene la fase
inmediatamente superior (para superar la contradicción con un conjunto
de círculos de masas más lejano que el anterior respecto a los
principios del marxismo-leninismo), y así sucesivamente, es decir, «el
propio educador necesita ser educado» [16].
He aquí cómo el desarrollo teórico no se puede separar del desarrollo
práctico, cómo la teoría y la práctica se transforman mutuamente como
dos aspectos de un mismo proceso, cómo no debemos plantear tareas
teóricas separadas de las tareas prácticas, sino que todas las tareas
liguen la teoría y la práctica, aparte de que la aplicación del plan nos
permite contrastar con la realidad su validez, combatiendo tanto el
teoricismo como el practicismo. Además de la concretización creciente de
la ideología, la revolución de cada contradicción construye vínculos
ideológicos que permiten la elevación de ese círculo de masas a la
posición de vanguardia marxista-leninista, así que la construcción de un
vínculo organizativo sobre ese vínculo ideológico permite que el
círculo de masas pase a formar parte del sujeto que reconstituye el
partido de nuevo tipo. Con este proceso, avanza la reconstitución
ideológica del comunismo, que es la recuperación de la hegemonía del
marxismo-leninismo en el seno de la vanguardia.
La
misma aplicación de ese plan de acción política nos debe permitir
delimitar ideológicamente y políticamente los campos de la revolución y
de la contrarrevolución, mediante la lucha de dos líneas en torno al
balance del Ciclo de Octubre con la que se van transformando mutuamente
desde la ideología los diversos destacamentos de vanguardia. El avance
de esta etapa es imprescindible para ir distinguiendo a la vanguardia
marxista-leninista de las diversas fracciones de vanguardia teóricaque
no asumen el marxismo-leninismo en la formulación que requiere la
actual etapa de la lucha de clases. A medida que este proceso de
superación y delimitación esté suficientemente maduro, los vínculos
ideológicos que resultan sirven de base sobre la que la vanguardia
marxista-leninista va estableciendo vínculos organizativos entre sí
hasta que consiga la unidad ideológica y, como consecuencia, la unidad
organizativa (ejerciendo el centralismo democrático) para trazar un solo
plan político para la reconstitución del Partido Comunista, obteniendo
la unidad de acción en torno a ese plan, sin cesar nunca en la lucha de
dos líneas como motor del proceso, que permite que la unidad no sea
falsa. Si bien esta unidad todavía no culmina la reconstitución del
partido de nuevo tipo, se trata de un avance indispensable en el camino
hacia este fin, siempre que se haga siguiendo el proceso que hemos
indicado, claramente diferenciado de la confluencia voluntarista que
propugnan los oportunistas de la «unidad comunista» (PTD, UP, PTE-ORT,
CC-27S, MDT en los «Països Catalans», etc.), con la que pretenden «reconstruir» o «reconstituir» el «Partido Comunista» como organización de la vanguardia externa a las masas.
De hecho, si bien el proceso de construcción de vínculos ideológicos no
está suficientemente avanzado y clarificado para crear una sola
organización en unidad de acción en torno a un solo plan, sí está
suficientemente avanzado para «levantar un referente de vanguardia marxista-leninista,
de la izquierda anti-revisionista del movimiento, que sea capaz de
empezar a disputarle la hegemonía ideológica en el seno de la vanguardia
al revisionismo» en torno a los elementos de la línea política general
que vamos extrayendo del balance del Ciclo de Octubre [17], tal y como propone el Movimiento Anti-Imperialista (MAI),
siempre que éste se fundamente sobre la lucha de dos líneas con el fin
de que la unidad dialéctica en torno a este referente no sea ficticia,
sino real, y sirva para intensificar la lucha, dotando a ese referente,
por ejemplo, de un órgano de expresión que refleje claramente la lucha
de dos líneas que hay en el seno de la vanguardia marxista-leninista, de
encuentros conjuntos para canalizar la lucha de dos líneas y de una
coordinación para la defensa de esa línea política general.
3.
Tracemos el plan para la reconstitución del Partido Comunista como
proceso social objetivo consciente, planificado y concéntrico
Para
superar las premisas ideológicas y la práctica histórica del Ciclo de
Octubre, es indispensable que hagamos el balance de la experiencia
ideológica y política de este ciclo revolucionario mediante la lucha de
dos líneas, extrayendo las lecciones necesarias para la línea táctica de
reconstitución del Partido Comunista. La lucha de dos líneas en el
momento actual no se basa en enarbolar las tesis políticas que los clásicos sostuvieron en su realidad concreta, con el fin de desprestigiar y, en consecuencia, negar mecánicamente los destacamentos de vanguardia teórica
que en la actualidad permanecen en formulaciones concretas del
marxismo-leninismo heredadas del Ciclo de Octubre sin la pertinente
crítica, para quedar ante las masas como los comunistas realmente
dignos, como sus defensores más consecuentes y currantes, etc. No basta
con negarlos: debemos ejercer la negación de la negación de las bases
ideológicas en las que se fundamentan todos estos destacamentos de vanguardia teórica,
con el fin inmediato de revolucionar sus círculos desde la conciencia
para elevarlos a la posición de la vanguardia marxista-leninista: esta vanguardia teórica
–que no es marxista-leninista con predominio del aspecto revolucionario
pero se plantea problemas con implicaciones ideológicas profundas que
atañen la revolución proletaria– deviene el objeto (las masas
inmediatamente principales) sobre el que el sujeto (la vanguardia
marxista-leninista) debe actuar para transformarlo con la perspectiva
del comunismo, mediante la lucha de dos líneas (con los encuentros para
el debate, la propaganda [18]
y, en menor medida, la agitación, como instrumentos) y la construcción
consiguiente de vínculos organizativos sostenidos sobre vínculos
ideológicos. Hay que tener en cuenta también que siempre que los
marxista-leninistas elaboremos una crítica, debemos emitirla en la forma
adecuada en cada momento para que un determinado círculo de vanguardia
pueda asumirla, y nos sirva así en la lucha de dos líneas para avanzar
hacia la hegemonía del marxismo-leninismo con predominio del aspecto
revolucionario. Conquistando cada círculo de vanguardia teórica, la vanguardia marxista-leninista
adquiere la posibilidad de revolucionar otros círculos de vanguardia
que antes se encontraban fuera de su alcance, dado que va integrando en
la ideología las aportaciones interesantes (para el balance del Ciclo de
Octubre y para el desarrollo consiguiente de una línea política cada
vez más concreta, pero coherente con los principios del
marxismo-leninismo) que extrae de la negación de la negación de los
círculos de la vanguardia teórica:
el sujeto se transforma a sí mismo a medida que revoluciona el objeto,
lo que permite que el marxismo-leninismo recupere la posición de
vanguardia política concreta, la posición hegemónica, y que el
revisionismo y las corrientes de la ideología burguesa (posmodernismo,
etc.) queden relegados así a una posición secundaria. Esta tarea, que se
incluye en la reconstitución del movimiento comunista y se relaciona
con las otras tareas políticas, es la que se conoce como reconstitución
ideológica del comunismo.
En
esta primera fase, que es la presente fase del periodo de
reconstitución, existen también la contradicción entre la vanguardia
marxista-leninista y la vanguardia práctica,
y la contradicción entre la vanguardia marxista-leninista y las amplias
masas, pero no es posible subjetivamente revolucionar ahora mismo estas
contradicciones: sólo será posible cuando hayamos conquistado la
hegemonía del marxismo-leninismo en suficientes círculos de la vanguardia teórica y desarrollado una línea política concreta para revolucionar la contradicción con la vanguardia práctica, y sólo cuando hayamos conquistado la hegemonía del marxismo-leninismo en la vanguardia práctica
y desarrollado el programa revolucionario (para revolucionar la
contradicción con las grandes masas). No obstante, no podemos ser
esquematistas: también existen individuos excepcionales que pertenecen a
la vanguardia práctica
y están especialmente predispuestos a asumir el socialismo científico y
que pueden ser integrados en la vanguardia marxista-leninista antes de
desarrollar una línea política concreta, todo ello mediante actividades
formativas, la propaganda y la agitación; la propaganda también sirve
para difundir entre las amplias masas algunos enfoques coherentes con el
marxismo-leninismo sin ánimo de hacer proselitismo, sino de ir creando opinión pública,
de preparar a las masas para conquistarlas una vez reconstituido el
Partido Comunista. Participar regularmente en espacios donde abunda la vanguardia práctica
también nos permite constatar cuándo hemos concretado suficientemente
la línea política concreta para poder empezar a conquistar círculos; así
podemos comprobar en la práctica inmediata la validez del plan para la
reconstitución del partido de nuevo tipo y su desarrollo, lo que también
podemos hacer observando que estamos conquistando círculos de vanguardia teórica.
A
partir de la negación de la negación de la que hemos hablado, y gracias
a la elaboración consiguiente de una línea política en un proceso que
avanza mediante la lucha de dos líneas, entraremos en una nueva fase
(cualitativamente superior) del periodo de reconstitución, la fase en la
que la vanguardia marxista-leninista estará en disposición de comenzar a
revolucionar desde la conciencia algunos círculos de la vanguardia práctica (más próximos a la inmediatez de las amplias masas que la vanguardia teórica, y ajenos a las implicaciones ideológicas del hecho de asumir la revolución proletaria como horizonte), gracias a la concreción creciente de su línea política, si bien la contradicción principal seguirá siendo con la vanguardia teórica.
Además, en esta fase la vanguardia marxista-leninista tendrá que
unificarse en una sola organización a nivel estatal en los términos que
lo hemos expuesto en el final del epígrafe 2. Sólo gracias a la
concreción creciente de la línea política en esta segunda fase, mediante
la lucha de dos líneas, la vanguardia marxista-leninista podrá entrar
en una tercera y última fase en la que la contradicción principal será
con la vanguardia práctica,
a la que revolucionará mediante una lucha política concreta que sea
flexible pero firmemente coherente con los principios del
marxismo-leninismo, que le aporte la mediación de la propia experiencia
política de la vanguardia práctica
para poder revolucionarla desde la conciencia, con una combinación de
trabajo legal e ilegal que podría incluir tanto la táctica del boicot
electoral como la participación circunstancial en las instituciones de
la burguesía con el fin de desenmascararlas de cara a los sectores más
atrasados de la vanguardia (lo que no habremos podido hacer hasta
entonces, por falta de la línea política concreta y de la cantidad
suficiente de movimiento), todo ello sin perder la perspectiva
estratégica que le otorga la ideología comunista en la planificación
política, luchando contra los tacticismos como el electoralismo, el
legalismo y el rechazo del trabajo legal. La conquista de la vanguardia práctica
inicia la culminación de la reconstitución del partido de nuevo tipo. Y
a medida que obtengamos la hegemonía del marxismo-leninismo en círculos
de vanguardia práctica cada vez más próximos a las grandes masas y, por consiguiente, superemos la contradicción entre vanguardia teórica y vanguardia práctica
–que es reflejo de la división social del trabajo en la sociedad
burguesa– iremos desarrollando un programa revolucionario que supere la
contradicción entre la línea política concreta –que es, a su vez,
coherente con los principios del marxismo-leninismo– y las
reivindicaciones y problemáticas inmediatas de las amplias masas,
haciendo la negación de la negación de estas últimas y finalizando así
la culminación de la reconstitución del partido proletario de nuevo tipo
como fusión dialéctica entre vanguardia revolucionaria y masas o, dicho
de otra forma, como relación social objetiva que fusiona la vanguardia
marxista-leninista con las masas –proceso que se concreta como sistema
único de organizaciones con distintos niveles de conciencia y tareas
específicas, como un conjunto de cadenas unidas por un extremo en un
centro (la dirección marxista-leninista), mientras que en el otro
extremo se encuentran las masas con menor nivel de conciencia, de manera
que los eslabones intermedios tienen una gradación en el nivel de
conciencia, más alto cuanto más próximos estén al centro, cohesionando
así este sistema bajo una sola dirección por vínculos políticos
sostenidos sobre vínculos ideológicos que aseguran el ejercicio del
centalismo democrático, con el contenido de la elevación cualitativa de
la conciencia de las masas por la vanguardia–, haciendo realidad así la
tesis marxista de la autoemancipación revolucionaria del proletariado.
Una vez culminada la reconstitución del Partido Comunista, mediante la
propaganda y la agitación del programa revolucionario, el Partido debe
comenzar a organizar, movilizar y armar a las amplias masas (empezando
en los barrios más degradados de las zonas urbanas en los países
imperialistas [19])
en los órganos de nuevo poder revolucionario, constituir el ejército de
nuevo tipo como extensión de éstos e iniciar así la guerra civil
revolucionaria. Estos órganos de nuevo poder, creados y dirigidos por el
Partido Comunista, son el instrumento que permite que las grandes masas
ejerzan la praxis revolucionaria, en la que el programa revolucionario
se confronta materialmente con el orden social capitalista, situando la
revolución proletaria como referente de masas
y, al mismo tiempo, adquieran conciencia revolucionaria mediante su
experiencia política directa en la contraposición de su nuevo poder con
el viejo poder burgués, derrocando este segundo hasta la toma del poder
total, en marcha hacia el comunismo. Esta mediación es imprescindible;
la propaganda y la agitación solas son claramente insuficientes para
conquistar a las masas por la vanguardia mediante el Partido Comunista,
tal y como señaló Lenin, por ejemplo, en La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo
(1920). Por supuesto, las grandes masas que ejercen el nuevo poder o lo
apoyan no sólo proceden de las masas hondas y profundas del
proletariado: las masas se incorporan a medida que la revolución
proletaria se desarrolla (construcción concéntrica, como en el plan para
la reconstitución del Partido Comunista), y cada vez más entre esas
masas se encontrarán elementos de la pequeña burguesía y de la
aristocracia obrera que, comparando la dictadura del proletariado con la
dictadura de la burguesía, se adherirán a la primera, como también
habrá masas (de la pequeña burguesía, de la aristocracia obrera y de las
masas hondas y profundas del proletariado) que lucharán en todo momento
al servicio de la burguesía (incluyendo, por supuesto, a los
marxista-leninistas con predominio revisionista), y que, por lo tanto,
deberán ser combatidas militarmente por el movimiento revolucionario.
Por lo tanto, la línea militar proletaria contrasta tanto con los
órganos de «nuevo poder» sin armas (el Frente Único del Pueblo del PCOE)
–que no ejercen poder porque no pueden imponerlo sin armas– como de la
ausencia de órganos de nuevo poder en la estrategia del PCE(r) –en la
que sólo quedan las insuficientes agitación armada y propaganda armada.
En
resumen, hay que imaginar la etapa reconstitución del partido de nuevo
tipo como tres conjuntos de círculos concéntricos con diferentes radios y
con algunos saltos cualitativos entre ellos, en el centro de los cuales
se sitúa el núcleo marxista-leninista que se va clarificando,
reforzando y ampliando a medida que es asumido por más y más círculos, y
para quien es más fácil conquistar los círculos cuanto menor sea la
diferencia entre su radio y el del núcleo (que incluye los círculos ya
conquistados), a los que fusiona en un círculo marxista-leninista con un
radio cada vez mayor, es decir, cada vez más próximo a círculos a los
que anteriormente no había podido revolucionar, para revolucionarlos. Es
así como el desempeño de las primeras tareas del plan de acción
política crea las condiciones para cumplir las tareas subsiguientes
hacia nuestro fin estratégico, esto es, las tareas políticas
subsiguientes se cumplen apoyándose en las masas que se van conquistando
desde el primer momento. Un círculo no tiene por qué presentarse en la
realidad como una organización delimitada, sino que puede encontrarse
esparcido en más de un destacamento de vanguardia,
en diferentes movimientos de resistencia o fuera de cualquier
colectivo. Así pues, no debemos imaginar el proceso como una recta
ascendente en función del tiempo, sino como una espiral en la que habrá
muchos retrocesos, contratiempos y avances bruscos –como
todo proceso que se desarrolla en la realidad material o en el
pensamiento– en el que la vanguardia marxista-leninista debe conquistar
conjuntos de círculos cualitativamente distintos y, por lo tanto, debe
llevar a cabo líneas tácticas distintas para revolucionar cada conjunto
de círculos en cada momento, teniendo en cuenta la calidad de cada
círculo en relación con el nivel de concretización a la que ha llegado
la ideología comunista, las fuerzas con que cuenta dicha vanguardia, las
alianzas transitorias que puede hacer, etc.
4. Trabajo de masas comunista o culto a la espontaneidad
Para
empezar, leamos el manifiesto fundacional de RC Valencia, en el que
demuestra que se trata de uno de los destacamentos de vanguardia más
avanzados de esa ciudad. Pero, al mismo tiempo, destacamos el siguiente
fragmento porque muestra sus limitaciones:
«Este
escenario se refleja perfectamente en el contexto del Estado español,
donde proliferan grupúsculos autodenominados “revolucionarios” que no
suponen ningún tipo de amenaza para las estructuras de poder del Estado
burgués. Esto comporta que, incluso en plena agudización de la crisis
del imperialismo, no haya habido un movimiento revolucionario organizado
capaz de aprovechar condiciones objetivas que puedan ser susceptibles
de acelerar el derribo del capitalismo. En resumen, si bien se dan
bastantes condiciones objetivas para que estalle la revolución, falta la
preparación de las condiciones subjetivas que las materialicen. Es por
eso que los revisionistas siguen en las poltronas institucionales
esperando la llegada espontánea de una insurrección que nunca llegará
por falta de organización y de dirección.»[20]
Dejando
de lado si son muchas o pocas las condiciones objetivas (económicas,
etc.) que se dan ahora para que «estalle la revolución» proletaria, las
cuales son una constante en el imperialismo –pero sólo si se comprende
que, aun así, la revolución proletaria sólo puede realizarse si el
factor subjetivo transforma el factor objetivo para reconstituir el
Partido Comunista, lo que sólo puede hacerse en las condiciones
objetivas históricas del imperialismo–, en este fragmento llama la
atención la crítica al insurreccionalismo que se encuentra en el ideario
revisionista, del que hablaremos más abajo, y la apelación implícita a
construir «un movimiento revolucionario organizado capaz de aprovechar
condiciones objetivas que puedan ser susceptibles de acelerar el derribo
del capitalismo». En esta cláusula se encuentran las condiciones
subjetivas que hay que construir para que «estalle la revolución» (el
«movimiento revolucionario organizado»); hasta aquí, queda todo claro,
pero también dice que éste debe «aprovechar» esas condiciones objetivas
para «acelerar el derribo del capitalismo». Esto último puede tener dos
significados: a)
que una vez iniciada la revolución proletaria, su triunfo sería más
rápido si se iniciara en la coyuntura actual de crisis económica que en
una época de bonanza económica del imperialismo occidental como la de
hace diez años; b) que la misión histórica de los comunistas es acelerar el proceso inevitable
de derribo del capitalismo, el cual ocurriría igualmente tarde o
temprano si los comunistas no crearan conscientemente las condiciones
subjetivas, así que éstos se limitan a conducir ese proceso por un atajo
menos duro –una idea en la que insistió reiteradamente, por ejemplo,
Stalin enBrevemente sobre las discrepancias en el Partido(1905). No discutiremos sobre el caso a, pero en el caso b
encontraríamos la creencia, fundamentada en la base ideológica del
materialismo vulgar, en que la revolución proletaria es inevitable. Si
bien el manifiesto de RC Valencia asevera en el mismo párrafo que no se
puede esperar que llegue espontáneamente una insurrección, porque esto
no ocurrirá nunca, no habla del contenido de conciencia que debería
tener el movimiento revolucionario, que es la cuestión principal, sino
de la estructura organizativa del movimiento, así que podría referirse a
la espontaneidad en oposición a la organización y la disciplina, en
lugar de la espontaneidad en oposición (oposición en relación
dialéctica) a la conciencia, así que abre la puerta a la creencia en que
el papel de los comunistas puede limitarse a dirigir e imbuir disciplina esperando el momento oportuno para el putsch. Contrastémoslo, pues, con un artículo de Mesana (militante de RC a quien ya nos hemos referido), que se encuentra publicado enDe Acero(la revista teórica de RC) y que se expresa de forma clara sobre esa cuestión:
«La
clase obrera es la productora de la riqueza y sigue oprimida por la
burguesía por tanto es históricamente inevitable que se emancipe y pase a
dominar la superestructura de poder, por lo que sigue siendo la clase
revolucionaria y transformadora.» [21]
Si
bien es cierto que el proletariado es «la clase revolucionaria y
transformadora» en el imperialismo desde una perspectiva histórica
global –esto es, nos encontramos en la era del imperialismo y de la revolución proletaria–,
ni el proletariado ni ninguna otra clase se articula políticamente como
sujeto revolucionario en la presente situación concreta, sino que
tenemos que crear ese sujeto (reconstituirlo), y a pesar de que en el
imperialismo se dan las condiciones objetivas necesarias para la
revolución proletaria, no es «históricamente inevitable que se emancipe y
pase a dominar la superestructura de poder», ya que es la lucha de
clases (el motor de la historia) la que determina que se produzca la
crisis revolucionaria, que la revolución proletaria haga caer al
capitalismo y que ésta avance hacia el comunismo. La lucha de clases
tiene un aspecto objetivo, pero también un aspecto subjetivo-práctico, y
éste es precisamente el que determina principalmente la revolución
proletaria transformando al aspecto objetivo para transformarse a sí
mismo y reconstituir así el movimiento revolucionario, que, como hemos
dicho, sólo puede ser un acto consciente, no espontáneo. Como también
hemos señalado, la conciencia revolucionaria no nace del movimiento
obrero espontáneo sin la reconstitución de la relación social objetiva
del partido de nuevo tipo, dado que el obrero no está impregnado de una
conciencia revolucionaria inmanente por el hecho de ser obrero
(fetichismo del obrero). Si bien nos encontramos en el interregno entre
dos ciclos de la Revolución Proletaria Mundial, es la vanguardia la que
debe reconstituir conscientemente el factor subjetivo que haga posible
la revolución proletaria para superar el capitalismo. La predicción de
Mesana del hundimiento espontáneo del capitalismo en el futuro sólo
tendría sentido si la conciencia revolucionaria fuera inmanente al
obrero y la lucha de clases y la revolución proletaria fueran simples
derivaciones mecánicas del desarrollo espontáneo de las fuerzas
productivas en contradicción con las relaciones sociales de producción,
por lo que habría que adoptar las tesis materialistas vulgares de la
Segunda internacional, las cuales han sido hegemónicas en el movimiento
comunista internacional durante todo el Ciclo de Octubre, pues no sólo
el trotskismo y otras desviaciones las asumieron en su forma extrema y
hasta las últimas consecuencias [22], sino que ni siquiera el bolchevismo las superó completamente [23],
así que no es extraño que se encuentren en la formulación del
marxismo-leninismo que RC ha asumido como ahistóricamente «correcta». Si
bien la autoría del artículo es de Juan Mesana como militante de RC, y
no un documento oficial de esa organización, como explicaremos más
adelante, este planteamiento espontaneísta es coherente y complementario
con la línea estratégica y táctica que sigue RC y, por supuesto, el
desacuerdo que pueda mostrar otro militante de RC con Mesana sería una
manifestación de la lucha de dos líneas, por mucho que se quiera
enterrarla más o menos, en cualquier colectivo marxista-leninista, ya
que no se puede tratar de fracciones distintas, que están prohibidas en
RC.
A pesar de que Mesana reivindica formalmente –en el titular y en el último párrafo del texto–
la importancia de la teoría revolucionaria como instrumento para la
revolución proletaria, todos los documentos oficiales de RC sobre su
trabajo de masas exponen su tacticismo de acumular fuerzas de masas
en sindicatos y otros movimientos espontáneos de resistencia, porque
esto no es posible si los obreros que se organizan en ellos no tienden
espontáneamente al socialismo, por lo que sólo haría falta organizarlos y
dirigirlos tal y como son, y el problema por el que la vanguardia
marxista-leninista no llegaría a la vanguardia práctica
y a las amplias masas sería algo tan simple como el desprestigio del
marxismo-leninismo (sin preguntarse si el origen de ese problema podría
encontrarse en el agotamiento de las bases ideológicas del Ciclo de
Octubre, que la misma RC no cuestiona). Veamos, por ejemplo, el
comunicado de RC por el Primero de Mayo de 2013:
«Ante
esta situación, la respuesta de los Sindicatos del estado es la
pasividad y la inoperancia. El tiempo ha demostrado sobradamente que
CCOO y UGT trabajan al servicio del gobierno actuando de apagafuegos,
canalizando la energía revolucionaria de los y las trabajadoras en
huelgas y luchas sectoriales y parciales que carecen de carácter
combativo. Están avalados por un largo historial de defensa de las
políticas e intereses capitalistas, recibiendo además una ingente
cantidad de dinero del estado; no morderán la mano que les da de comer.
[...]
Desde Reconstrucción Comunista apostamos por la reconstrucción del sindicalismo, del sindicalismo de clase y combativo, alejado de subvenciones y control estatal, creemos en la lucha obrera, creemos y apostamos por otro modelo de sindicalismo, somos conscientes de que la lucha sindical es una lucha parcial, que solo sirve para acumular fuerzas y foguearnos en vistas a emprender la verdadera lucha, la lucha por la revolución socialista, que es la única que realmente garantizará los derechos de la clase obrera.»[24]
Desde Reconstrucción Comunista apostamos por la reconstrucción del sindicalismo, del sindicalismo de clase y combativo, alejado de subvenciones y control estatal, creemos en la lucha obrera, creemos y apostamos por otro modelo de sindicalismo, somos conscientes de que la lucha sindical es una lucha parcial, que solo sirve para acumular fuerzas y foguearnos en vistas a emprender la verdadera lucha, la lucha por la revolución socialista, que es la única que realmente garantizará los derechos de la clase obrera.»[24]
En
la fase pre-monopolista del capitalismo (que es su fase ascensional, la
época de la revolución burguesa), el sindicalismo era el medio que
necesitaba el proletariado para acumular fuerzas cuantitativamente, y
poder así formarse como clase en sí a base de reivindicaciones
económicas que podía traducir en reivindicaciones políticas reformistas;
este proceso fue un paso necesario para madurar la lucha de clases,
hasta poder constituirse en esa lucha como clase revolucionaria una vez
concluyera la era de la revolución burguesa, momento en que el
sindicalismo mostraría su limitación política y se transformaría en su
contrario, en un movimiento reaccionario que a partir de entonces
representa la aristocracia obrera. Para iniciar una nueva ola
revolucionaria, no debemos consolidar cuantitativamente al proletariado –para lo que nos servía el sindicalismo en la fase pre-monopolista del capitalismo–, sino que debemos trascender su condición de clase económica en el capitalismo.
Prosiguiendo
con esta aproximación a la historia del sindicalismo, en la
reestructuración estatalizadora del imperialismo posterior a la Segunda
Guerra Mundial, se hizo necesaria la integración de la aristocracia
obrera (la capa económicamente privilegiada de la clase obrera) en la
clase dominante y, por tanto, en la gestión de su dictadura, como apoyo objetivo del régimen burgués en descomposición y en oposición al campo socialista, de tal modo que los altos dirigentes de los grandes sindicatos se han integrado en un sector de la burguesía monopolista –aliado objetivo firme de la aristocracia obrera–
que gestiona sus propios intereses para la acumulación de capital como
estructuras del Estado burgués (capital estatal, posesión de acciones en
BBVA y en fondos privados de pensiones como Seguros Atlantis, negocios
propios, etc.), así que CCOO y UGT (como las intersindicales
autonómicas, USO y otros sindicatos corporativos) se han desplazado más y
más hacia el pacto directo con el gobierno y con la patronal. Esta es
la razón por la que el sindicalismo, enmarcado en la crisis de
representatividad de todas las instituciones de la burguesía, ya no
representa las aspiraciones de las masas del proletariado más próximas
materialmente a la aristocracia obrera y de las masas de la aristocracia
obrera en proletarización inminente (por efecto de este desengaño,
entre otros, véase la irrupción del movimiento espontáneo del 15-M, que
se vio obligado a volver al estado de las cosas contra el cual se
rebeló), en el momento de reestructuración neoliberal
del imperialismo que se está produciendo, la cual no está motivada por
la necesidad de la burguesía de hacer frente a la amenaza de la
revolución –que tras el fin del Ciclo de Octubre no es un referente de masas, como ya hemos dicho–,
sino que el imperialismo está tratando de resolver las contradicciones
en el seno de las distintas fracciones de la burguesía (por ejemplo,
entre las fracciones monopolistas que se alían o no con la aristocracia
obrera). [25]
Como consecuencia de ello, los sindicatos, los cuales empezaron a
presentar características reaccionarias en cuanto se inició la época del
imperialismo y de la revolución proletaria (debido al alto nivel de
desarrollo al que llegó la lucha de clases), y sustituir la vinculación
militante de los afiliados por una vinculación estrictamente
burocrática, ya no son espacios donde se concentran cada vez más las
amplias masas obreras, como lo eran en 1920 cuando Lenin escribió La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo.
Además, las masas que se afilian a los sindicatos tienden a ser, cada
vez más, no las masas hondas y profundas del proletariado, sino la
aristocracia obrera y las capas más próximas a la misma. El sindicalismo
de clase y combativo que germinó en el siglo XIX no resucitará, ya que
se ha transformado históricamente en su contrario; los múltiples
intentos de restituirlo (COS de la Izquierda Independentista catalana,
CO-Bas, CUO del PCPE [26], Coordinadora Sindical de Clase, CGT, SO, la vieja CNT, etc.) no generan nada más que conciencia de clase en sí (reaccionaria), y no pueden crecer en otro sentido –en las relaciones sociales del capitalismo monopolista de Estado–
que el de convertirse algún día en cogestores de la dictadura de la
burguesía. Las luchas por la subida de precio de la fuerza de trabajo se
desarticulan tan rápido como las otras fracciones de la burguesía ceden
a negociar y a hacer concesiones que dejan intacto su régimen de
dominación, su hegemonía. Aparte de que el trabajo sindical de los
comunistas para hacer que un sindicato sea más combativo y fiel a sus
bases, y reforzar que siga libre de subvenciones y control estatal, como
hacen RC y el PCOE [27]
sobre la Coordinadora Sindical de Clase, no puede servir para volver a
un sindicalismo «de clase y combativo» como aquél del capitalismo
concurrencial (pretensión tan reaccionaria como querer volver al
marxismo primigenio), tampoco nos permite «acumular fuerzas» para la
revolución socialista –porque el sindicalismo sólo crea conciencia de clase en sí (reaccionaria)–, ni siquiera para «foguearnos» –dado
que las tareas y la orientación de los comunistas una vez reconstituido
el partido de nuevo tipo deben revolucionar el trabajo sindical, tal y
como lo hemos explicado en torno al plan para la reconstitución–, así que sólo obstaculiza y desorienta el avance de la reconstitución del Partido Comunista: el sindicato no puede ser ya una escuela de comunismo.
Como en el resto de las luchas espontáneas, el sindicalismo no puede
ser superado para generar lucha revolucionaria si las amplias masas que
aglutina no son dirigidas por el Partido Comunista para ser
revolucionadas desde la conciencia que les introduce desde fuera la
vanguardia marxista-leninista como tarea inmediata, mediante la
experiencia política que esas masas vivan en los órganos de nuevo poder.
Mientras esto no ocurra, el problema no es si la dirección del
sindicato se adhiere
formalmente al sindicalismo, al anarquismo o al comunismo, ni tampoco
el grado de combatividad, sino la naturaleza política reaccionaria del
sindicalismo, como de toda lucha espontánea de resistencia en ausencia
del Partido Comunista. Así mismo, para evitar que la aseveración
anterior se malentienda en un sentido maniqueo, remarcamos que nosotros
no planteamos que los comunistas tengamos que abandonar los movimientos
espontáneos de masas
en la primera fase de la reconstitución, pero no para organizar
sindicatos «de clase y combativos» ni para enseñar a las masas cómo
hacer la lucha sindical, sino que como tarea secundaria debemos
participar para hacer propaganda y actividades formativas que difundan
los principios del marxismo-leninismo, como medio para la lucha de dos
líneas con los círculos de vanguardia teórica que están presentes en dichos movimientos y para conquistar en su seno los individuos pertenecientes a la vanguardia práctica
que estén más predispuestos a asumir los principios revolucionarios y
la línea para la reconstitución del Partido Comunista, pero sobre todo
tendremos que hacerlo en movimientos más elevados (como el 15M, el
movimiento antifascista, el movimiento estudiantil, etc.) que el de la
mera traducción de las reivindicaciones económicas a reivindicaciones
políticas reformistas (el sindicato, que reduce al proletariado más
claramente a su pura materialidad económica), en la segunda fase tendremos que incrementar la participación y las actividades a las que hemos hecho referencia –porque
la vanguardia marxista-leninista habrá comenzado a concretar la línea
política y habrá conquistado algunos referentes intelectuales de la vanguardia práctica–, y en la última fase del período de reconstitución del Partido Comunista, en el que el objetivo principal de la línea de masas deviene la vanguardia práctica–porque
la vanguardia marxista-leninista habrá concretizado suficientemente la
línea política y habrá conquistado a bastantes referentes intelectuales
de la vanguardia práctica–,
tendremos que desarrollar una lucha política que sea flexible pero
firmemente coherente con los principios del marxismo-leninismo, que
rehúya el tacticismo, con el fin de revolucionar desde la conciencia
esos círculos de vanguardia práctica
que se organizan en los movimientos espontáneos de resistencia, que de
nuevo han de ser sobre todo los más elevados. Una vez reconstituido el
Partido Comunista, sin embargo, no hay que participar en los movimientos
espontáneos de masas,
sino revolucionarlos mediante el Partido Comunista y los demás
instrumentos de la revolución proletaria, organizando las grandes masas
en los órganos para el ejercicio de la dictadura revolucionaria del
proletariado para que adquieran conciencia revolucionaria, destruyendo
violentamente todo el orden social burgués (empezando por el derribo del
Estado) para construir el comunismo. En el marco de este ejercicio del
nuevo poder, el proletariado revolucionario reconstituido debe realizar
lucha económica, pero no sindicalista, sino la nueva lucha económica que
sirva para cumplir su misión histórica, la revolución proletaria (con
la toma simultánea de conciencia revolucionaria): la movilización de las
grandes masas en la huelga armada para paralizar la producción y la
distribución, como método para reforzar y extender el nuevo poder
revolucionario.
Al
respecto, el comunicado de RC por el Primero de Mayo asevera que la
verdadera lucha es la lucha por el socialismo, y no la lucha sindical,
que es una lucha parcial. Pero, si el sindicalismo es una lucha parcial,
¿por qué afirma también que sirve para acumular fuerzas? ¿Cree RC que
en el sindicalismo puede acumular fuerzas para la revolución socialista?
Veamos si podemos resolver la duda en otros documentos oficiales de RC
que hablan del trabajo de masas que debemos hacer los comunistas:
«Plataformas, comités y convocatorias en las que participamos o hemos participado:
[...]
-CSM:
La Coordinadora Sindical de Madrid, sindicato que, con sus problemas,
está intentando crear un sindicalismo de clase y combativo.Sabemos
perfectamente, no hace falta que estos dos señores nos den lecciones,
que el sindicalismo no va a llevarnos a destruir el orden burgués. Pero
hay que estar en todos los frentes de lucha, y tanto este, como HQPLP
nos sirven para acumular fuerzas. Deberíais repasaros vosotros el
significado de salto cuantitativo, acumulación de los mismos y salto
cualitativo, tanto que nos decís a nosotros.Además de acumular fuerzas nos sirve para confrontar con los revisionistas y que no hegemonicen los frentes de lucha.
Sin
una acumulación de fuerzas previas se cae en el aventurerismo de
izquierdas, en vuestro caso ni siquiera, es izquierdismo a secas.
[...]
Movilizaciones
por la sanidad y la educación pública: ¿De verdad vais a criticar que
apostemos por defender la sanidad y la enseñanza públicas? ¿de verdad
vais a ser tan izquierdistas? habrá que estar donde estén las masas para
concienciarlas, para trabajar con ellas y ganarnos su respeto, para una
vez conseguido intentar hegemonizar esos movimientos y poder movilizar a
esas mismas masas en interés del proletariado y no a simples luchas
parciales que no van a ningún sitio. ¿De verdad pensabais que no
sabíamos lo que era una lucha parcial y que con eso no se avanza hacia
el socialismo?
Nosotros
no nos arrastramos a la zaga del movimiento espontaneo, luchamos por
ponernos en frente del movimiento, por conseguir que los interés de la
clase obrera sean los que predominen en la medida de nuestras
posibilidades. Condenamos el culto a la espontaneidad, pero también el
inmovilismo más típico de Bordiguistas que de otra cosa que ustedes
llevan tan a gala.
Plataformas
contra las guerras imperialistas: Siempre que se ha producido una
invasión imperialista la hemos condenado y hemos participado en las
plataformas unitarias que se han organizado contra ella con el fin de
disputarle el espacio a los revisionistas, acumular fuerzas e intentar
que no sea un movimiento espontaneo, sino algo organizado y duradero en
el tiempo.»[28]
En
primer lugar, remarquemos que la sanidad y la enseñanza estatales no
son públicos ni neutrales, sino del Estado burgués, así que los
comunistas debemos oponernos a la privatización de estos servicios,
pero no defender la propiedad estatal burguesa como alternativa, sino
explicar la sanidad y la enseñanza estatales en su multilateralidad en
el seno del régimen burgués (como respuesta de la burguesía frente al
ascenso del movimiento obrero y la maduración política del proletariado y
a la necesidad de producir obreros cualificados,
como resultado de la explotación del proletariado del país imperialista
y los países coloniales/semicoloniales, como salario indirecto de la
aristocracia obrera y de amplios sectores del proletariado, como
adoctrinamiento en la ideología burguesa y como ascensor social
restringido en el caso de la educación y, al mismo tiempo, como
posibilidad, aunque cada vez más restringida y limitada, de acceso al
conocimiento de la burguesía o a una mínima cobertura sanitaria para el
proletariado), así como el porqué de las privatizaciones y los recortes
(en el marco de la reestructuración del imperialismo y de la lucha entre
facciones de la clase dominante), y plantear globalmente la revolución
comunista como alternativa, teniendo en cuenta que uno de los objetivos
que destruir en las revueltas espontáneas protagonizadas por las masas
hondas y profundas del proletariado –que son, por su posición material, las que pueden ejercer primero el nuevo poder proletario– suelen ser precisamente las escuelas del Estado burgués (así como las privadas). [29]
En
segundo lugar, el carácter de la estructura organizativa de un
movimiento está determinado por su contenido ideológico, así que, si de
verdad RC quiere que los obreros se organicen más ordenada y
disciplinadamente y que su movilización dure en el tiempo, lo que
tendría que hacer es trabajar para culminar la reconstitución del
Partido Comunista para poder revolucionar el contenido (la conciencia)
del movimiento espontáneo por medio de la experimentación en los órganos
de nuevo poder, transformándose en movimiento revolucionario hacia el
comunismo, lo cual constituye el verdadero interés del proletariado como
clase revolucionaria, ya que la desorganización y el aspecto
reaccionario no son características únicas del lumpemproletariado, sino
también en general de las masas hondas y profundas del proletariado. El
proletariado necesita reconstituirse como partido de nuevo tipo para
poder autoemanciparse; para organizarse y luchar por su interés
inmediato, por su supervivencia en el seno del capitalismo, en cambio,
el movimiento obrero espontáneo no necesita la ayuda de los comunistas, y
una buena muestra de ello son el 15- M y la PAH, o los acontecimientos
de enero del 2014 en el degradado barrio de Gamonal (Burgos) y en
Melilla.
En
tercer lugar, vemos que RC también establece una distinción en este
documento entre las luchas parciales como la sindical y la lucha por la
revolución socialista. Y para aclarar la cuestión que dejamos abierta en
la reflexión sobre la cita anterior, deja caer que la acumulación de fuerzas de masas
en el sindicalismo y otros movimientos espontáneos de resistencia es un
proceso de cambios cuantitativos que se acumulan hasta un salto
cualitativo, concepción coherente con la táctica que RC siguió en las
movilizaciones contra la reforma de la educación burguesa en las Islas
Baleares, donde en lugar de hacer autocrítica como vanguardia que no es
capaz de revolucionar a las masas que participaban, bramó por el aumento de la combatividad de un movimiento protagonizado por la aristocracia obrera –como si hubiera una oposición absoluta entre las bases aristobreras
(gran parte del profesorado) de ese movimiento y las cúpulas de los
sindicatos mayoritarios, que en realidad están unidos dialécticamente,
materialmente–,
siempre mostrándose segura de que el movimiento espontáneo aprenderá
«dialécticamente» a partir de las derrotas, y coronando con un último
párrafo en el que se refiere brevemente a la revolución proletaria como
objetivo, pero entendiendo ese objetivo como un horizonte lejano que no
se vincula con los medios que usa en la actualidad. [30]
No es la primera vez que RC se dedica a aconsejar al movimiento
espontáneo de resistencia sobre cómo debe organizarse en lugar de hacer
autocrítica y extraer lecciones sobre las tareas actuales de los
comunistas –mientras trataría de ir educando a las masas en cuestiones concretas acerca de la revolución comunista–:
así, sobre el 15-M, RC exigió que a este movimiento se le sumara «el
movimiento obrero» para que ya no lo controlara la pequeña burguesía [31], lo que no habría podido tener otro efecto que el reforzamiento de la aristocracia
obrera en el 15-M, y no un avance hacia la reconstitución del Partido
Comunista. Partiendo de ahí, podemos argüir que, en efecto, RC sabe que
la lucha por el socialismo es cualitativamente superior a la lucha
sindicalista, y que tiene claro que una de las leyes de la dialéctica es
la ley de la transformación de la cantidad en calidad y
viceversa, pero observamos que obvia la experiencia histórica de la
lucha de clases, en que la suma cuantitativa de luchas espontáneas de
resistencia no se transforma en lucha por el socialismo, por más que
intente catalizarlas
con organización. Ese salto cualitativo no es real, sino una quimera,
una utopía revisionista que sólo existe en la mente de la mayoría de los
comunistas actuales. Sin embargo, RC pretende estar en los movimientos
espontáneos de masas
«para concienciarlas, para trabajar con ellas y ganarnos su respeto,
para una vez conseguido intentar hegemonizar esos movimientos y poder
movilizar a esas mismas masas en interés del proletariado y no a simples
luchas parciales que no van a ningún sitio»… ¡¿Para concienciarlas de
qué?! Las amplias masas no adquieren conciencia revolucionaria en sus
luchas espontáneas de resistencia, sino conciencia de clase en sí,
de clase subalterna en las relaciones de producción, ya que la
conciencia revolucionaria no es inherente al obrero, no se puede esperar
que la agudización de la crisis capitalista y el aumento de la
represión sobre las luchas espontáneas de resistencia «logren despertar
las conciencias de las masas, favoreciendo el crecimiento de las
organizaciones revolucionarias» [32];
para que adquieran conciencia revolucionaria, es necesaria la mediación
de su propia experiencia política en la confrontación entre el nuevo
poder (la dictadura del proletariado) creado y dirigido por el Partido
Comunista, y el viejo poder (la dictadura de la burguesía). ¿Qué
utilidad tendría el Partido Comunista si RC ya fuese capaz de generar
conciencia revolucionaria entre las amplias masas, y así poder hegemonizarlas?
Por supuesto, RC asegura, como el PCPE y el PCOE, que no es
espontaneísta sino que combate la espontaneidad…, pero lo que importa no
son las declaraciones formales en sí, sino las declaraciones en
relación con el contenido del resto del discurso y con la acción
política en la realidad concreta. De nada sirve declarar «Nosotros no
nos arrastramos a la zaga del movimiento espontaneo» cuando no sólo se
postra ante él, sino que incluso actúa en su seno aspirando a
convertirse en la fracción más combativa, como en su labor de
«Reconstrucción del sindicalismo, del sindicalismo de clase y
combativo».
Así pues, RC ha memorizado la ley de la transformación de la cantidad en calidad y la ha aplicado al caso de la transformación de la acumulación de fuerzas de masas
en movimiento revolucionario, ¿pero es el nivel de organización y la
duración en el tiempo la característica principal que distingue
cualitativamente el movimiento espontáneo del movimiento revolucionario?
Si no es así, y la diferencia cualitativa principal se encuentra en el
contenido, ¿qué propósito tiene RC cuando intenta que el movimiento
espontáneo sea «algo organizado y duradero en el tiempo», qué
vinculación tiene esa tarea con el objetivo de reconstituir el Partido
Comunista y hacer la revolución proletaria? No tiene ninguna vinculación
real, tal y como sabemos gracias a la síntesis de la experiencia de la
lucha de clases en el Ciclo de Octubre. El problema que se observa es
que, aunque RC conoce formalmente la ley de la transformación de la
cantidad en calidad, comete un error que podría deberse al déficit
dialéctico en su pensamiento: no llega a comprender con profundidad
suficiente el nacimiento de lo nuevo a partir de la transformación de lo
viejo, la cual en su pensamiento sólo afectaría superficialmente lo
viejo, manteniendo intacto su contenido, así que el salto cualitativo
entre la suma cuantitativa mecánica de luchas parciales y la lucha por
el socialismo se limitaría a que la vanguardia marxista-leninista –sin
la necesidad de tener reconstituido el Partido Comunista–, después de ganarse el respeto de las masas[33]
mediante el trabajo con ellas, organiza las luchas parciales tal y como
son, coordinándolas en un solo frente («luchamos por ponernos en frente
del movimiento»); esto no es la transformación tanto de la vanguardia
marxista-leninista como de las masas en su fusión dialéctica objetiva
para reconstituir el partido de nuevo tipo, sino, en realidad, una suma
cuantitativa en la que no se transforma la conciencia de las masas, ni
tampoco la conciencia de la vanguardia, que se mantiene externa
a las masas (que, en ausencia de ideología proletaria, se encuentran
hegemonizadas por la ideología burguesa y, por tanto, son utilizadas por
las fracciones burguesas en lucha), sin ligarse entre sí; sólo haría
falta que la vanguardia revolucionaria
adquiriera la hegemonía sobre las masas, que no sería otra cosa que el
reconocimiento por éstas de esa vanguardia como la dirección más digna
posible. La perspectiva
de RC no es, pues, el materialismo dialéctico, sino el materialismo
vulgar con su correlato idealista complementario. He aquí la liquidación
de la iniciativa consciente del proletariado revolucionario en la lucha
de clases, con la cual se vacía de contenido la insistencia en las
condiciones subjetivas para la revolución proletaria, que concibe como
separadas mecánicamente de las condiciones objetivas, en lugar de
planificar conscientemente la forma en que las condiciones subjetivas
transforman políticamente las objetivas para crear una nueva relación
social objetiva: para reconstituir el movimiento revolucionario sin
esperar un estallido social espontáneo. Por tanto, RC se limita a
intentar reconstruir
el Partido Comunista desde la participación en las luchas espontáneas
de resistencia, trabajando en tantas como pueda (táctica-proceso), de
tal manera que su táctica no avanza hacia la reconstitución del Partido
Comunista, sino que lo pospone indefinidamente, en lugar de planificar
el camino hacia ese objetivo desde la ideología marxista-leninista. Pero
las luchas de resistencia no pueden por sí solas (reducción obrerista
de la lucha de clases a la confrontación de clase económica contra clase
económica) conducir el antagonismo entre clases hasta las últimas
consecuencias, hasta la revolución proletaria; de nuevo, encontramos que
quienes nos acusan, a los que conceptualizamos la lucha de dos líneas,
de fomentar la convivencia de clases, son quienes realmente la promueven
en la práctica: al infravalorar el factor de la conciencia, RC permite
que sea la ideología burguesa la que continúe siendo hegemónica en las
masas; para impedir que siga siendo así, la vanguardia
marxista-leninista debe conquistar la vanguardia práctica desde la
conciencia, lo que requiere el desarrollo de la línea política concreta –coherente con los principios del marxismo-leninismo y con el análisis concreto de la situación concreta de la lucha de clases–,
tarea que no se puede resolver organizando un congreso o cerrándose a
estudiar en una biblioteca, sino que es inseparable del avance del plan
de reconstitución ideológica y política del comunismo expuesto en el
epígrafe 3, y que es la única garantía de independencia ideológica y
política frente a la aceptación de análisis concretos de la situación
concreta que hacen otras clases sociales o capas sociales antagónicas,
como la aristocracia obrera. Ni siquiera les sirve esta táctica para
cumplir su objetivo táctico de reconstruir el sindicalismo «de clase y
combativo», como ya se ha explicado anteriormente.
Como
RC no comprende en profundidad el papel de la conciencia para la
construcción del movimiento revolucionario, a pesar de reconocer que el
Partido Comunista
está ausente en España, cree que puede disputar inmediatamente al
revisionismo la conquista de todas las masas (a fin de elevarlas a la lucha por el socialismo,
sin distinciones cualitativas en el seno de las masas) que participan
en las luchas espontáneas de resistencia cumpliendo una serie de
requisitos formales (organizativos, etc.), así que para RC –así como para el PCPE y para el PCOE–
carece de contenido real la cuestión del partido de nuevo tipo (unos
dicen que no son el Partido pero lo serán, los otros simplemente no
profundizan en la cuestión), ni tampoco tiene sentido el plan para su
reconstitución, ya que reduce el sistema de contradicciones que superar a
una sola, la falsa contradicción entre ella misma como organización y
la vanguardia práctica,
de cara a la que ha de recuperar el prestigio del comunismo (pretensión
idealista si elude la cuestión de qué instrumentos políticos debe
utilizar para hacerlo) y convencerla de la conveniencia de ser dirigida
por RC. De nuevo, constatamos que RC vuelve a las tesis de la Segunda
Internacional sobre el partido obrero (de viejo tipo); no es casualidad
que el cretino parlamentarista PCPE acumule fuerzas de masas para ganar
votos, mientras que esa táctica no sirve para revolucionar las masas
sucesiva y planificadamente desde la conciencia, para lo cual se
requeriría el plan político para la reconstitución del Partido Comunista. Por ello, reduce la teoría leninista del partido de nuevo tipo a «hace falta que el partido reagrupe sólo la vanguardia de la clase obrera» [34],
sin comprender su contenido, en el que hemos insistido en este
documento: la relación social objetiva entre vanguardia revolucionaria y
masas, lo cual no quiere decir mezclar anárquicamente la vanguardia con
las masas, sino conectarlas en la línea de masas para actuar como una
sola totalidad revolucionaria. Después de realizar las valoraciones
anteriores, dudamos qué quiere decir RC cuando expresa enQué es Reconstrucción Comunista:
«ya que en el estado no existe el Partido Comunista, solo destacamentos
desperdigados, nuestra misión es estrechar las relaciones entre los
marxistas-leninistas y conducir hacia un proceso de unidad de acción,
lucha ideológica y reconstitución del Partido del proletariado.». [35]
En este otro documento, RC señala la lucha ideológica como condición
del proceso de reconstitución del Partido, pero no se refiere al motor
del desarrollo interno del Partido Comunista, ya que rechaza la
concepción de lucha de dos líneas. Además, el mismo proceso de
«estrechar relaciones entre marxistas-leninistas» debe hacerse como
producto de la lucha de dos líneas guiada por el plan político, entre
otras cosas porque todavía no está suficientemente avanzada la
superación del revisionismo por la línea revolucionaria, todo ello unido
a la falta de una expresión que sitúe la unidad de acción como producto
de la lucha ideológica (de dos líneas), y no como acto voluntarista.
Por supuesto, esto también es cierto en el caso de la reconstitución de
la Internacional Comunista, que, al contrario de las sugerencias de
Mesana en el artículo ya citado «El imperialismo como última fase del
capitalismo. Marxismo-Leninismo y Partido de Nuevo Tipo», sólo se puede
reconstituir como salto cualitativo a partir de la reconstitución del
Partido Comunista, tal y como nos muestra la experiencia de la
constitución de la Tercera Internacional a iniciativa del Partido
Bolchevique (la vanguardia del movimiento comunista internacional,
avalada por su ejercicio de la praxis revolucionaria), bajo cuya
influencia con la Revolución de Octubre se fueron sumando las escisiones
izquierdistas de los partidos socialdemócratas (las masas); la tarea
inmediata no es, pues, la reconstitución de la Internacional Comunista,
sino la reconstitución del Partido Comunista, la cual es un requisito
imprescindible para la primera, ya que el contenido material del
movimiento comunista internacional es la Revolución Proletaria Mundial,
que debemos relanzar a través de la reconstitución ideológica y política
del comunismo.
Finalmente,
un comunista condescendiente con RC podría decir que la crítica que le
hacemos es injusta, ya que esa organización no olvida, al menos
formalmente, que su fin es la revolución socialista. En efecto, RC
asegura que ése es su fin estratégico, pero hemos constatado que,
coherentemente con su trabajo de masas economicista, RC establece
idealmente una cesura entre el proceso de «acumulación de fuerzas» previa y la revolución socialista posterior,
tal y como evidencian el comunicado por el Primero de Mayo de 2013 («la
lucha sindical es una lucha parcial, que sólo sirve para acumular
fuerzas y foguearnos en vistas a emprender la verdadera lucha, la lucha
por la revolución socialista»), el cual ya hemos tratado anteriormente, y
el comunicado de Joven Guardia (Bolchevique) sobre la huelga de
estudiantes de octubre de 2013 («la revolución no vendrá a partir de
huelgas de este tipo, pero estas jornadas de lucha sirven para foguear a
los comunistas y a su organización para prepararles para el combate
decisivo, que no será por reformas, sino para derrocar el sistema
capitalista conquistando el socialismo» [36]).
El planteamiento de esta separación mecánica entre la conquista de las
masas para el combate y la realización de la revolución es el esquema
propio del insurreccionalismo, el cual es la estrategia revolucionaria
de la burguesía en su época ascendente y, por tanto, la que seguía
necesariamente la clase obrera en la época de su formación como clase en sí
en alianza con el ala revolucionaria de la burguesía, cuando el
proletariado todavía no había madurado como clase revolucionaria. Esta
visión es adecuada para la revolución burguesa de viejo tipo, pero no
para la revolución proletaria, ya que, como hemos explicado antes, la
revolución comunista se distingue de las anteriores porque debe ser un
acto consciente, y no un acto espontáneo como la revolución burguesa,
que se limita a construir una nueva sociedad de clases, la sociedad de
clases superior. La burguesía revolucionaria puede simplemente
prepararse para estar en la mejor posición posible cuando surja,
independientemente de su práctica subjetiva, una crisis política del
feudalismo. El proletariado, en cambio, ha de crear y dirigir
conscientemente la revolución comunista, así que el punto de partida es
su iniciativa consciente (independiente ideológicamente y, por tanto,
independiente políticamente). El Partido Comunista puede utilizar y, de
hecho, debe utilizar la espontaneidad de las masas como germen de la
conciencia en relación dialética con ésta (lo que sólo es posible a gran
escala mediante el Partido Comunista), pero siempre sobre la premisa de
su iniciativa consciente, guiándose por el análisis objetivo de la
lucha de clases y no por el estado de ánimo vacilante de las grandes
masas. Como RC es insurreccionalista, sin embargo, no necesita para nada
la iniciativa consciente del proletariado hasta el día que estalle
espontáneamente una crisis política propiciada por las crisis económicas
cíclicas dentro de la crisis general que es el imperialismo. El
problema es que esto podía pasar en la decadencia del feudalismo (con
toda su complejidad), pero no en la decadencia del capitalismo, dado
que, tal y como hemos expuesto, el imperialismo genera al mismo tiempo
la tendencia objetiva al socialismo y la contratendencia a su
reestructuración reaccionaria, la cual es una de las características que
lo distinguen de la crisis general del feudalismo, cuyo intento de
reestructuración no podía impedir el inevitable desarrollo del
capitalismo ascendente, que se consolidó cuando la burguesía subió al
poder en mayor o menor fusión con los viejos grupos sociales dirigentes.
El Partido Comunista no se puede reducir a ser una organización de la
vanguardia que se dirige disciplinadamente y externamente al
«revolucionarismo» de las amplias masas, destinado a conducirlas hacia
la insurgencia –sino que debe ser el sujeto revolucionario que integra la vanguardia en fusión con las masas–, idea que se encuentra claramente en la ponencia que RC presentó en el I Encuentro comunista contra el revisionismo (2013),
y que supone dejar sin contenido el partido de nuevo tipo,
reduciéndolo, como hemos visto, al aspecto organizativo, sin referirse
en ningún momento a la relación social que contiene y que debe
vincularse con la forma en la que ésta se organiza. De nuevo, tropezamos
con la creencia en la inevitabilidad del derrumbe del capitalismo, como
producto del desarrollo de las fuerzas productivas en contradicción
con las relaciones sociales de producción, que es la base ideológica de
la Segunda Internacional, la cual es coherente con el
insurreccionalismo. Hay que decir que el insurreccionalismo, así como la
teoría de las fuerzas productivas, fue reformulado por la Internacional
Comunista, que no logró extraer las enseñanzas principales de la
revolución bolchevique, y fueron aceptadas por la mayoría del movimiento
comunista internacional durante todo el Ciclo de Octubre, pero eso no exonera a las organizaciones
comunistas que, tras el fin del primer ciclo revolucionario, con toda
la experiencia que sintetizar que éste nos ha legado, no comprendan que
la estrategia revolucionaria del proletariado consiste en una línea
militar en la que la organización y el armamento de las amplias masas en
órganos de nuevo poder es tanto el medio para la conquista de esas
masas (lo que RC intenta hacer en la «acumulación de fuerzas») como el
medio para la realización de la revolución socialista: se trata de un
mismo proceso planificado, en el que la negación de la negación del
insurreccionalismo aporta la insurrección como una táctica más entre
muchas otras de la línea militar proletaria. Paralelamente a Rusia entre
la primera y la segunda revolución, donde no se trataba simplemente de
pronosticar hacia dónde iría el desarrollo de la lucha de clases
revolucionaria en última instancia (hacia la revolución socialista, lo
que Trotsky pensaba que tenía mucho mérito haber predicho), sino de
comprender la situación concreta en la que nos encontramos y planificar
la línea táctica del proletariado revolucionario para llegar a ese
objetivo (como hacía Lenin con su gran contribución a la línea política
del proletariado, especialmente con la tesis de la dictadura democrática
revolucionaria del proletariado y el campesinado), aquí no se trata de
predecir que el proletariado revolucionario culminará la conquista del
poder total con una última insurrección, sino de trazar y aplicar el
plan para la reconstitución del Partido Comunista como primera etapa de
la revolución proletaria hacia el comunismo. [37]
En
conclusión, RC es una más de las organizaciones comunistas que, en el
Estado español, comprenden que no existe el Partido Comunista, así que
se proponen crearlo. Sin embargo, la línea táctica que sigue RC no se
vincula con este objetivo. Como consecuencia, sabiendo de la existencia
de lucha de dos líneas en RC, alentamos a sus militantes a ser críticos
con la táctica-proceso y con la teoría de las fuerzas productivas hasta
superarlas, a dejar de enmascarar el revisionismo para combatirlo con
profundidad, realmente, en lugar de ser críticos sólo con algunas de las
desviaciones a que da lugar el revisionismo con su hegemonía en el
movimiento comunista, como el cretinismo parlamentario.
Cèl·lula Roja
Febrero del 2014
Notas y referencias:
[1]
Para el concepto de reconstitución del Partido Comunista, tomamos como
referencia las importantes aportaciones del Partido Comunista
Revolucionario del Estado español, con las que inició la línea para la
reconstitución del Partido Comunista:
- La nueva orientación en el camino de la reconstitución del Partido Comunista (2004). [Partes primera y segunda.] Publicada en la web del MAI.
[2] LENIN, V. I.: Obras Escogidas. Editorial Progreso, Moscú, 1976. Tomo V, Carlos Marx, pág. 179.
[3]
Cuando hablamos del movimiento comunista (internacional), nos referimos
al movimiento heterogéneo que toma como referencia la Revolución de
Octubre, ya domine en él el aspecto revolucionario o el reaccionario.
[4] LENIN, V. I.: Obras Escogidas. Editorial Progreso, Moscú, 1975. Tomo II, ¿Qué hacer?, pág. 22.
[5]
Queremos decir que en una sociedad de clases, la lucha de dos líneas es
inevitable, una ley objetiva, si bien sus manifestaciones pueden ser
más evidentes o estar más escondidas dependiendo del nivel de conciencia
y de la necesidad del sujeto de potenciarlas.
[6] LENIN, V. I.: Obras Escogidas. Editorial Progreso, Moscú, 1976. Tomo III, Marxismo y revisionismo, pág. 305.
[7]
Para una aproximación al modo como se desarrolló la lucha de dos líneas
en el Partido Comunista de China, que es quien comenzó a
conceptualizarla, cfr. la serie de artículos Sobre la lucha de dos líneas, de la autoría del blog endefensademao.tumblr.com. También existe una respuesta de RC
que condena el intento de enmarcar los textos de Mao y de Stalin en la
situación sociohistórica concreta, y que muestra que la condena de toda
crítica a la formulación del marxismo-leninismo en el Ciclo de Octubre
es un obstáculo para la clarificación ideológica, más aún cuando, como
en este caso, va acompañada de una retahíla de descalificaciones
tópicas.
[8]
MESANA GARCÍA, Juan – RC: «Apuntes sobre la caída de la URSS y la
destrucción del Movimiento Comunista Internacional», artículo publicado
entre las páginas 10 y 14 de la revista De Acero – nº 2, noviembre de 2013.
[9] MESANA GARCÍA, Juan: «Aspectos sobre el grupo antipartido», artículo publicado entre las páginas 20 y 22 de la revista De Acero – nº 2, noviembre de 2013.
[10] Sobre la división social del trabajo como base de la existencia de clases sociales, cfr. MARX, K.; ENGELS, F. (1845): La ideología alemana, capítulo primero, que se titula «Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialista e idealista».
[11] Para profundizar sobre esta cuestión, cfr. Revolución o Barbarie (enero de 2014): «Stalin, clases sociales y restauración del capitalismo». Publicado en el blog de Revolución o Barbarie.
[12]
Para comprender esto con todas sus consecuencias, leamos atentamente a
Lenin: «Puesto que ni hablar se puede de una ideología independiente,
elaborada por las propias masas obreras en el curso mismo de su
movimiento, el problema se plantea solamente así:
ideología burguesa o ideología socialista. No hay término medio (pues
la humanidad no ha elaborado ninguna “tercera” ideología; además, en
general, en la sociedad desgarrada por las contradicciones de clase
nunca puede existir una ideología al margen de las clases ni por encima
de las clases). Por eso, todo lo que sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea separarse de ella significa fortalecer la ideología burguesa. Se habla de espontaneidad. Pero el desarrollo espontáneo del movimiento obrero marcha precisamente hacia la subordinación suya a la ideología burguesa» (LENIN, V. I.: Obras Escogidas. Editorial Progreso, Moscú, 1975. Tomo II, ¿Qué hacer?, pp. 36 y 37.).
[13]
Siempre que hagamos referencia a la «vanguardia marxista-leninista»,
será en la medida en que el aspecto revolucionario domine sobre el
aspecto reaccionario en su seno. También nos referiremos a la
«vanguardia revolucionaria» como sinónimo de la «vanguardia
marxista-leninista».
[14]
Por supuesto, entre la vanguardia y las masas no hay una oposición
absoluta, sino una oposición dialéctica en unidad de contrarios. Como
los economicistas, al ser representantes políticos de la aristocracia
obrera, son empiristas, no reconocen ninguna otra práctica social que la
que hacen las masas de la clase en su puramaterialidad
económica (la que se conoce estrictamente por la experiencia, sin hacer
abstracción en el proceso del conocimiento para saber si existe más
allá de esta experiencia), en la lucha de resistencia por mejorar su
posición económica en el seno del sistema capitalista, ya que está
interesada en reducir la contradicción entre capital y trabajo a su
manifestación económica pura
para imprimirle un carácter político. En este texto, el término «masas»
no siempre hace referencia a este concepto empirista, mayoritario en el
movimiento comunista español. Cuando se refiere al concepto propio del
empirismo está señalado como amplias masas, grandes masas u otras
formas, para identificar cualitativamente a este sector de las masas que
incluso los empiristas serían capaces de encontrar, ya que se entiende
que el proletariado también se encuentra en su forma consciente,
mientras que las masas son uno de los dos aspectos del mismo proceso
social que la vanguardia revolucionaria (proceso social en el que hay
que resaltar el aspecto político); las masas son el objeto sobre el que
debe trabajar la vanguardia revolucionaria para superar la contradicción
entre masas y vanguardia, y es por eso que, para acometer cada una de
las tareas necesarias de la revolución proletaria, hay una línea de
masas que ejerce la vanguardia revolucionaria –como sujeto– debe ejercer
la línea de masas sobre otro sector de la clase –como objeto–; este
objeto del trabajo de masas puede pertenecer a sectores que los
empiristas no reconocerían como masas,
ya que el fin del trabajo de masas es revolucionar al sector de la
clase a quien se dirige, para elevarlo a la posición de la vanguardia
marxista-leninista, con el fin de que también devengan en integrantes
del sujeto revolucionario que aplica la línea de masas sobre otros
sectores del proletariado de acuerdo con un plan político. En eso
consiste el desarrollo (creación, saltos cualitativos y crecimiento
cuantitativo) de la reconstitución del movimiento revolucionario.
[15] LENIN, V. I.: op. cit., pág. 95.
[16] MARX, K.; ENGELS, F.: Tesis sobre Feuerbach y otros escritos filosóficos. Editorial Grijalbo, México, DF, 1970. Tesis III, pág. 10.
[17] MAI (abril de 2013): «Debate con la Unión de Comunistas para la Construcción del Partido. Alrededor de la ciencia y la praxis revolucionaria». Publicado en El Martinete – nº 26.
[18]
Como ejemplo ilustrativo de cómo la propaganda puede servir para la
lucha de dos líneas, ver la polémica que se generó por el repartimiento
en la fiesta del PCE-IU de 2013 del folleto del FRML (septiembre de 2013): La dictadura del proletariado y el PCE.
(Publicado en la web del FRML.) Este texto recibió una respuesta por el
dirigente del PCE-IU en el País Valenciano y director de La República, Javier Parra (septiembre de 2013): «Los “guardianes de la pureza” contra el PCE». (Publicado en La República.) Este artículo fue contestado a su vez por el FRML (septiembre de 2013): El arma de la crítica. La polémica tuvo repercusión en las redes sociales y se hicieron eco otros medios digitales, como Diario Octubre. La vanguardia tuvo, pues, que posicionarse y dividirse en dos campos enfrentados.
[19] Cfr. MAI (septiembre de 2011): «Consideraciones sobre el agosto inglés». Artículo publicado en El Martinete – nº 25.
[20] RC Valencia (mayo de 2013): Nace Reconstrucción Comunista Valencia. Publicado en el blog estatal de RC.
[21]
MESANA GARCÍA, Juan – RC: «El imperialismo como última fase del
capitalismo. Marxismo-Leninismo y Partido de Nuevo Tipo», artículo
publicado entre las páginas 4 y 9 de la revista De Acero – nº 2, noviembre de 2013.[23] Antes de hacer aspavientos, cfr. COLECTIVO FÉNIX: Stalin. Del marxismo al revisionismo. Especialmente el epígrafe 4, «Los límites del Bolchevismo». Publicado en la web del MAI.
[24] RC (2013): Ante otro 1º de Mayo. Publicado en el blog estatal de RC. Esta misma idea se encuentra en la crónica de la charla por el primer aniversario de RC Mallorca (mayo de 2013, publicado en el blog de RC Mallorca).
[25] Para profundizar sobre esta cuestión, cfr. Tamer Sarkis Fernández (noviembre de 2012): Irrealidad e irracionalidad del laboralismo. Publicado en la web del MAI.
[26] Sobre los CUO en la táctica del PCPE, cfr. MAI (mayo de 2013): «Apuntes sobre los “CUO” y el “Frente obrero y popular”. La sempiterna vuelta sobre sí del revisionismo». Publicado en El Martinete – nº 26.)
[27] PCOE (noviembre de 2013): Con el sindicalismo de clase, con la Coordinadora Sindical de Clase. En este manifiesto, entre citas de Lenin y en sintonía con RC, el PCOE asevera que la «reconstrucción del sindicalismo» es una de las tareas de los comunistas, a pesar de que en tiempos de Lenin los sindicatos tendían a tener cada vez más afiliados, algo que el PCOE reconoce que ya no ocurre. El PCOE debería profundizar sobre el porqué de este fenómeno, en lugar de querer volver al pasado, tal y como intentamos hacer en este documento, así como el PCPE debería preguntarse sobre el porqué del fracaso de su parlamentarismo a pesar de las citas descontextualizadas respecto de algunas de las aseveraciones de Lenin en ciertos epígrafes de La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo.
[28] RC (febrero de 2013): Respuesta a los revisionistas de OCBR-Ediciones Bandera Roja de Castilla. Desmontar y destruir la línea revisionista. Publicado en el blog estatal de RC. Las marcas textuales son de RC. Nosotros no valoramos a la disuelta OCBR, ya que carecemos de información suficiente. Aclaramos que la Coordinadora Sindical de Madrid es una sección local de la Coordinadora Sindical de Clase.
[29] Para una aproximación a la posición que debemos tener los comunistas respecto a la privatización del Estado del bienestar burgués, cfr. «Estado burgués, lucha contra privatizaciones y Revolución proletaria» (Revolución o Barbarie, publicado en dos partes entre diciembre de 2012 y enero de 2013) y «Educación y lucha de clases» (Espacio Rojo – nº 23, enero de 2013, Juventud Comunista de Zamora).
[30] RC Mallorca (septiembre de 2013): Comunicado y campaña en apoyo a la huelga indefinida de docentes. RC Mallorca (octubre de 2013): Crónica de la manifestación del 29S. RC Mallorca (enero de 2014): Crónica 7G-huelga docentes. Documentos publicados en el blog de RC Mallorca. Es una buena muestra del estado de degeneración del movimiento comunista; llama la atención que, aparte de la desviación sindicalista que muestra, RC Mallorca insinúa que los consejos escolares eran, en España antes de la aplicación de la LOMCE, órganos para defender los intereses de los estudiantes, en lugar de órganos para la gestión de la dictadura de la burguesía a nivel de centro docente: «los estudiantes no tendrán derecho a decidir sobre su educación dentro de su centro, puesto que la figura del Consejo Escolar se transforma en un órgano puramente consultivo». Y sobre el director, dice «convierte la figura del director en un pequeño dictador colocado a dedo por la administración pública, para hacer velar sus intereses y los de su clase», como si el director no hubiera sido hasta ahora un gestor de la dictadura de la burguesía. Valoramos con preocupación estas afirmaciones: al reducir la dictadura de la burguesía a la importancia relativa que tienen unos u otros mecanismos de gestión del régimen político burgués, el planteamiento de RC se muestra coherente y complementario con el cretinismo parlamentario.
[33] Aun así, no podemos obviar que podemos establecer lazos emocionales de camaradería con las masas (midiendo las palabras en el discurso, dejándose ver, demostrando que se es consecuente con lo que se dice y se propone, combatiendo contra la rumorología, participando en las actividades, haciendo pintadas firmadas, etc. ) –lo que RC llama «ganarnos su respeto»– para poder revolucionarlas desde la conciencia con más facilidad; esos lazos emocionales, utilizados correctamente, pueden ser un medio secundario para facilitar que esas masas sean más influenciables por la vanguardia, para que la tarea de revolucionarlas sea más rápida, sobre todo en casos como el de la conquista, en la primera fase de la reconstitución del Partido Comunista, de individuos de la vanguardia práctica especialmente predispuestos a asumir el marxismo-leninismo. De hecho, los vínculos sólo pueden ser firmes si se sostienen sobre vínculos ideológicos. Ahora bien, estos lazos emocionales son, insistimos, un medio secundario en la línea de masas para facilitar circunstancialmente la verdadera tarea, que es la de revolucionar a las masas desde la conciencia, desde la conciencia revolucionaria, y por ese motivo no debemos obviarlos, pero menos aún sobrevalorarlos o incluso elevarlos a la categoría de fin inmediato, que es lo que lleva a cabo RC cuando (como siempre, obviando toda distinción cualitativa en el seno de las masas) declara que su objetivo es que las masas adquieran conciencia (de clase en sí, tal y como hemos aclarado) y ganarse «su respeto» trabajando con ellas, tareas con el desempeño de las cuales pretende crear movimiento revolucionario, lo que ya hemos explicado por qué no es posible (con «su respeto» o sin él); más adelante trataremos las implicaciones de esta separación entre ganarse a las masas y movilizarlas. Además, querer ganarse «su respeto» mediante el trabajo diario con ellas, sin establecer claramente ninguna vinculación entre ese objetivo y el de la concienciación revolucionaria, es la táctica del cretinismo parlamentario, que no necesita revolucionar a las masas desde la conciencia para intentar ganar votos; puede limitarse a trabajar con ellas diaria y pacientemente, y contarles lo que ya saben, darles la razón. Esto conduce, como decimos, a elevar la creación de esos vínculos emocionales a la categoría de fin inmediato (y que no se nos diga que RC mientras tanto también quiere concienciar a las amplias masas, porque ya hemos mostrado que no pretende crear conciencia revolucionaria, sino conciencia de clase en sí), siendo coherente con el ideal burgués de que el éxito se consigue currando más que los demás para ser más competitivo.
[34] RC: «Extractos del libro Desmontando a Mao, cuestiones sobre un revisionista. La lucha de dos líneas, apuesta antimarxista». Publicado en De Acero – nº 2 , noviembre de 2013.
[37] Para profundizar sobre esta cuestión, cfr. MAI (septiembre de 2007): «Octubre: lo viejo y lo nuevo». Publicado en El Martinete – nº 20.